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Cien años después, otro Latorre en el mismo dique: legado y continuidad en ASMAR Talcahuano

Viernes 11 de abril de 2025
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En el corazón industrial y naval de Talcahuano, donde las mareas marcan el pulso de una ciudad forjada junto al acero, un hito cargado de simbolismo ha vuelto a resonar con fuerza: a cien años exactos de que el Acorazado Almirante Latorre ingresara por primera vez al Dique N°2 de ASMAR Talcahuano, una nueva unidad que porta con orgullo su nombre ha cruzado ese mismo umbral. Se trata de la fragata FFG Almirante Latorre, clase Adelaide, que en 2025 marca un nuevo capítulo en la historia naval de Chile.

El Dique N°2 fue construido en 1924 con un propósito monumental: dar abrigo y servicio al imponente Latorre, entonces símbolo máximo del poder marítimo nacional y orgullo de la Armada. Su inauguración no solo representó un salto tecnológico para la infraestructura naval del país, sino también el posicionamiento definitivo de Talcahuano como centro neurálgico del mantenimiento y desarrollo de la flota chilena.

Durante décadas, ese acorazado —uno de los dreadnoughts más avanzados de su tiempo— fue atendido entre los muros de este dique, cuya estructura de concreto y acero fue testigo silencioso del profesionalismo y el compromiso de generaciones de trabajadores navales.

Hoy, exactamente un siglo después, otro Latorre —esta vez, una fragata de última generación— se posa en la misma estructura centenaria para iniciar trabajos de mantenimiento. La coincidencia no es menor: la historia ha querido que el nombre que inauguró el Dique N°2 vuelva a honrarlo con su presencia. Es una escena que une pasado y presente, un reflejo de cómo la tradición naval chilena se proyecta con fuerza hacia el futuro.

Esta nueva fragata, heredada de la Armada Australiana y modernizada para responder a los desafíos actuales, representa no solo la continuidad del nombre Latorre, sino también la permanencia del compromiso de ASMAR con la excelencia técnica y la defensa nacional.

El ingreso de la fragata FFG Almirante Latorre al Dique N°2 no es solo un hecho operativo. Es un gesto cargado de historia, un guiño del tiempo que nos recuerda que los grandes nombres y los grandes lugares no desaparecen: se reinventan, se actualizan, pero mantienen viva la esencia de su propósito original.

Porque si algo demuestra este hecho —más allá de lo anecdótico— es que la Armada de Chile honra su legado al mismo tiempo que avanza. Y quizás, dentro de otros cien años, un nuevo buque llamado Latorre volverá a encontrarse con este mismo dique, donde la historia y el futuro se dan la mano cada vez que un nombre ilustre cruza su portal.