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Viernes 7 de mayo de 2010

Discurso del Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Edmundo González Robles en Inauguración Mes del Mar 2010

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Sean estas primeras palabras para expresar mis sinceros agradecimientos, al Señor Presidente de la República y a las distinguidas autoridades que hoy nos acompañan, por su distinguida presencia.

En torno a la conmemoración de nuestra máxima gesta naval, es tradición que en mayo, la Armada de Chile convoque al País en la celebración del Mes del Mar; circunstancia en que la Nación entera refuerza la impronta de su destino oceánico y focaliza la visión nacional en la realidad histórica que el mar ha impreso en la Patria, a lo largo de toda su existencia.

Chile recibió su identidad marítima desde su descubrimiento, cuando en 1520, Hernando de Magallanes surcó nuestro estrecho austral; manteniéndola desde entonces, venciendo todas las pruebas de sobrevivencia a que el devenir de su consolidación como Nación la ha sometido, incluso hasta el día de hoy, en que su sólida estructura de intercambio comercial y económico, determinante para el desarrollo del país, se realiza fundamentalmente por vía marítima, las que son de pleno alcance global.

En esta ocasión, sin embargo, y si bien la omnipresencia oceánica en la identidad de Chile es invariable y está inserta en su propia existencia como Nación, las circunstancias actuales nos han hecho reorientar estas actividades tradicionales.

Esto, en el sentido en que nos obliga a todos los chilenos, conducidos por la férrea voluntad de nuestro Gobierno, con el compromiso decidido, firme y urgente en la magna empresa de la reconstrucción del extenso fragmento de nuestro País, que fuera devastado por los recientes cataclismos.

La Armada de Chile, en particular, sufrió en esta catástrofe grave destrucción de instalaciones y medios íntimamente ligados a su misión institucional, y que son vitales para asegurarle al País, su eficaz e invariable cumplimiento.

Es por todo esto, que toda la capacidad institucional se ha puesto en acción, constituyéndose en un insustituible instrumento de la voluntad colectiva de la Nación, para restañar nuestras propias heridas, sin por ello dejar de aportar decididamente a la reactivación de la hoy dañada potencialidad de la Patria para no sólo restablecerla, sino que aumentarla, dejándola aún más "fuerte, principal y poderosa", como desde sus orígenes, fuera reconocida y cantada por el primer vate de la legendaria saga poética de esta mágica Patria nuestra.

Así es, conmovidos y también fuertemente afectados por el terremoto y posterior maremoto que asoló la región centro sur de nuestro país, hemos creído propicio inaugurar el Mes del Mar del año del Bicentenario, de una manera distinta, a la vez que original.

Sin perder de vista que mayo es el mes de las Glorias Navales, donde recordamos uno de los ejemplos de heroísmo más sublime de nuestra historia patria y considerando más aún, que en estos tiempos de prueba y tribulación, el alma nacional busca ejemplos de virtudes heroicas; la Gesta de Iquique cobra una relevancia y vigencia evidente, a la vez que una fuerza unificadora incuestionable.

Es por esto que nada nos pareció más adecuado que invitarlos a la Avant Premier de la película "La Esmeralda, 1879", del publicista y cineasta Elías Llanos Canales, expresión artística reflexiva y potente, que además posee una gran fidelidad histórica, de lo cual todos hemos sido testigos.

La Armada de Chile atesora el honor y privilegio de ser depositaria y custodia del legado épico del Comandante Arturo Prat Chacón, quien tuvo una vida ejemplar consagrada al servicio y encontró la muerte vistiendo su uniforme, en el acto heroico que configura la máxima nobleza existencial de su destino trascendente.

Pero con todo, Prat indiscutiblemente es patrimonio de la Nación entera, paradigma de su grandeza espiritual y ejemplo imperecedero de sublime e ilimitado amor a la Patria.

Es en homenaje a su memoria, que el Mes del Mar nos retrotrae a las excelsas virtudes que señalan y comprometen los valores propios de la nacionalidad chilena, en toda circunstancia, y especialmente en esta.

En esta maravillosa obra, que relata gráficamente el Combate Naval de Iquique visto desde la perspectiva de un niño llamado Wenceslao Vargas, hemos sido mágicamente transportados en el tiempo, convirtiéndonos en testigos casi presenciales de este épico momento histórico.

En particular quiero centrarme en la escena, magistralmente capturada por Elías y magníficamente interpretada por el elenco de actores, de la arenga inmortal.

Es el preámbulo del momento crucial de la gloria de Prat, que ha quedado plasmado en ella y se ha grabado a fuego vivo en el alma nacional.

Los invito a analizarla detenidamente:
"¡Muchachos: la contienda es desigual! Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo, espero pues que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo, esa bandera flameará en su lugar, y os aseguro que si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber ¡Viva Chile!".

Al dirigirse a sus "muchachos", todos ciertamente muy jóvenes, acentuó su disposición de jefe, pero también de persona íntimamente próxima a sus dirigidos, compañeros en el momento de la decisión y de la gloria después.

El inicio de esta maravillosa pieza épica es pues una invocación al espíritu de la juventud chilena, siempre llamada y dispuesta a la generosidad ilimitada, cuando es convocada por dignos conductores y a nobles empresas.

"La contienda es desigual" significa que es sólo eso, e implica que la justa a afrontar no constituye un móvil imposible, sino muy por el contrario; es el compromiso férreo de apelar a todos los recursos del alma, a todas las reservas de la mente, a todos los esfuerzos del cuerpo y a todos los impulsos del corazón, para oponerse a fuerzas objetivamente superiores, pero susceptibles de ser neutralizadas y aún derrotadas, con la voluntad convencida de las causas superiores.

"Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo, espero pues que no sea ésta la ocasión de hacerlo". He aquí una afirmación de la esencia misma de nuestra identidad nacional, ya proclamada por Alonso de Ercilla al asegurar que "la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida".

Los símbolos de Chile, y la bandera es la abstracción que resume el genio integral de la Patria, nunca han sido arriados ante nuestros enemigos, cualesquiera que ellos hayan sido, incluso la propia naturaleza, y su representación adquiere la estatura del orgullo nacional que tampoco acepta su deformación o mínimo síntoma de degradación ante circunstancia alguna.

Prat declara confiar en que no puede jamás darse la ocasión para claudicar de este principio arraigado en la entraña misma de la Patria.
"Mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar, y os aseguro que si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber".

Hay aquí una convicción indestructible, sin sombra de duda, de mantener la enseña al tope hasta el último aliento vital, y ante la alternativa serenamente contemplada y meditada de morir por la Patria, se consagra la profesión de fe en la total seguridad de que sus seguidores en la línea de mando, mantendrán aquella como la única conducta posible para un marino, y por sobretodo un chileno.

Actualmente, nuestra Patria afronta una titánica lucha que, aunque no configura características bélicas, ha sido dura y cruenta, y exige de todas las potencialidades necesarias, para librarla con abnegación, con valentía y con entereza; sin arredrarnos ante la desigualdad de las fuerzas de la naturaleza, comparadas con nuestra condición humana.

Ésta contienda también es desigual; pero la impronta señalada por Prat y legitimada por sus compañeros de gloria, hará de todos los chilenos una nueva y vigente muchachada, que hoy como ayer, jamás estará dispuesta a permitir que los símbolos de la Patria se vean abatidos ante la adversidad, ni doblegados por mezquindades desconocedoras de los deberes que nos impone la herencia recibida de nuestros héroes.

Quiero felicitar sentidamente a Elías, el elenco de actores y a todos los que participaron de esta memorable empresa. Creo que fueron plenamente capaces de capturar la esencia de lo que fue el Combate Naval de Iquique.

Lo que hemos visto conmueve el alma y agiganta nuestro gran corazón chileno, orgulloso de lo que Prat, generosamente nos entregara como eterno legado.

La fortaleza de Chile unido es invencible, y a la indestructible entidad colectiva de la Nación, la Armada de Chile se integra ahora, como siempre lo ha hecho, en el compromiso de derrotar las adversidades que se ciernen como enemigas de la Patria, cualesquiera sean su naturaleza o circunstancia.

Así contribuye a asegurar que, aunque sucia, rota o raída, "esa bandera siempre flamee en su lugar"; airosa, serena, protectora y hermosa, conduciendo a todos sus hijos por los mejores y más seguros rumbos, encauzados hacia el luminoso porvenir de Chile.
Muchas Gracias.