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Sábado 7 de junio de 2014

Expedición Libertadora del Perú - 20 de agosto de 1820

Era necesario que desde Chile se enviara una expedición por mar con un ejército capaz de adentrarse en pleno territorio peruano y conquistar el principal enclave que tenía el Rey de España en América del Sur.

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Las dos campañas navales desarrolladas anteriormente en el litoral del Virreinato peruano, fueron exitosas en lo referente a la neutralización del poder naval español en el interior de El Callao, pero no se logró su destrucción.

Imagen foto_00000019Aún cuando los buques enemigos entregaron el control del mar a la Escuadra chilena, en el frente terrestre el ejército virreinal mantenía a sus habitantes sometidos férreamente a las autoridades españolas.

Era necesario que desde Chile se enviara una expedición por mar con un ejército capaz de adentrarse en pleno territorio peruano y conquistar el principal enclave que tenía el Rey de España en América del sur.

A su regreso a Valparaíso, el 06 de marzo de 1820, el Almirante Cochrane requirió del Director Supremo, General O'Higgins, la preparación de la campaña contra el Perú a la brevedad posible, aprovechando la inmovilidad de las fuerzas navales españolas en El Callao. En su apreciación, bastaría un ejército de 2.000 hombres cuyo mando sugería dar al General Ramón Freire para la ocupación de Lima y el derrocamiento del gobierno virreinal. Tal proposición no fue aceptada por el gobierno de Chile, tras el cual estaba San Martín, en razón a que ya se había resuelto que la expedición sería conducida por el General argentino.

Lo anterior no fue muy del agrado del Almirante suscitándose dificultades entre éste y el Gobierno por el mando en jefe, al extremo de tener que establecerse una rígida diferenciación entre el mando de la Escuadra Libertadora, que ejercía Cochrane, y el mando del Ejército Libertador que tenía San Martín. Sin embargo, el mando de la Expedición Libertadora no era más que uno y era ambicionado por ambos caudillos. Cochrane muy pronto debió convencerse que sería el perdedor. En efecto, así fue, y desde ese momento comenzaron los problemas por la falta de pago a la tripulación, abastecimiento insuficiente de los buques y del alistamiento de la expedición en general, siendo el principal problema la falta de tripulaciones adecuadas para los buques, en razón a que los mejores hombres se habían ido por el no pago de sus salarios y de su participación en las presas.

Las discrepancias entre Cochrane y San Martín alcanzaron tan alto grado que sólo la moderación de O'Higgins, impidió un rompimiento definitivo entre ellos. Asimismo, fue necesaria su directa participación para apaciguar al Almirante y evitar que hiciera efectiva su renuncia presentada en más de una ocasión.

Imagen foto_00000020Oportuno es destacar que la Expedición Libertadora del Perú, Escuadra y Ejército, fue prepa rada y equipada enteramente por el Gobierno de Chile, a costa de grandes sacrificios. Las dificultades que afrontaba el Gobierno de Buenos Aires, donde existía prácticamente una anarquía, le impedían cualquier apoyo a esta expedición; es más, se dispuso que San Martín regresara con los restos del Ejército de los Andes, a fin de sofocar las revueltas existentes en ese país. En todo caso, tanto la Escuadra como el Ejército Libertador portaron la bandera de Chile. Asimismo, es conveniente mencionar que, en el plano estratégico, la Expedición Libertadora del Perú era de gran significación para el afianzamiento de la independencia de Chile y, en lo naval, la destrucción de las fuerzas navales existentes en El Callao, un imperativo para la consolidación del dominio del mar que ejercía la Escuadra Nacional.

Fuerzas chilenas

Imagen foto_00000021La Escuadra Libertadora, cuya primera tarea era dar cobertura al convoy durante la travesía, al mando del Almirante Cochrane, quedó integrada por las siguientes unidades: fragata “O’Higgins”, nave insignia, 50 cañones, Comandante Crosbie; navío “San Martín”, 64 cañones, Comandante Wilkinson; fragata “Lautaro”, 50 cañones, Comandante Guise; corbeta “Independencia”, 28 cañones, Comandante Foster; bergantín “Galvarino”, 18 cañones, Comandante Spry; bergantín “Araucano”, 16 cañones, Comandante Carter; bergantín “Pueyrredon”, 16 cañones, Comandante Prunier; goleta “Moctezuma”, 8 cañones, Comandante Casey. En Valparaíso permaneció la corbeta “Chacabuco”, 20 cañones, Comandante Tortel, como buque de emergencia. La tripulación de la escuadra estaba integrada por 1.600 hombres, de los cuales 624 eran extranjeros, entre oficiales y gente de mar.

El Ejército Libertador, de un total de 4.430 plazas, fue embarcado en 17 transportes, en su mayoría capturados al enemigo.

En conjunto, estas naves tenían una capacidad de carga de 7.140 toneladas y, además de la tropa, embarcaron armamento para 12.000 hombres, dado que se consideraba el reclutamiento de voluntarios peruanos para incrementar las fuerzas, víveres para seis meses, vestuario y un hospital de campaña. El mando del convoy lo asumió el Capitán de Navío Pablo Délano, oficial norteamericano al servicio de Chile desde 1819.


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Fragata "O'Higgins"
1.220 toneladas Comandante
Tomas Sackville Crosbie
50 cañones

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Navío "San Martín"
1.350 toneladas Comandante
Guillermo Wilkinson
64 cañones

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Fragata "Lautaro"
850 toneladas Comandante
Martín Jorge Guise
50 cañones

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Corbeta "Independencia"
830 toneladas Comandante
Robert Forster
28 cañones

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Bergantín "Galvarino"
398 toneladas Comandante
Juan Tooker Spry
18 cañones

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Bergantín "Araucano"
270 toneladas Comandante
Tomás Carter
16 cañones

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Bergantín "Pueyrredón"
220 toneladas Comandante
Casey
16 cañones

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Goleta "Moctezuma"
200 toneladas Comandante
Casey
8 cañones

 

Fuerzas realistas

Las fuerzas navales españolas en el Pacífico oriental estaban constituidas por las fragatas “Esmeralda”, “Prueba” y “Venganza”; las corbetas “Sebastiana”, “Resolución” y “Veloz Pasajero”; los bergantines “Pezuela” y “Potrillo”; y varias naves mercantes armadas. Estas unidades permanecían fondeadas, principalmente, bajo el amparo de las baterías en las plazas fuerte de El Callao y una que otra en Guayaquil.

El Virrey Pezuela, presumiendo que en Chile se estaba aprestando una expedición militar contra el Perú, y la información recibida en febrero de que el puerto de Valparaíso estaba cerrado a la navegación comercial, por una nave norteamericana, fue el mejor indicio de que su apreciación era correcta. Sin embargo, no adoptó ninguna acción preventiva contra esa expedición, a pesar de contar con los medios navales adecuados.

El 20 de agosto de 1820, día de San Bernardo y de su cumpleaños, el Director Supremo, vio hacerse a la mar desde Valparaíso a la expedición. El General San Martín se embarcó en el buque de su nombre y el Almirante izó su insignia de mando a bordo de la "O'Higgins".Imagen foto_00000022

Luego de una breve recalada en Coquimbo, a fin de embarcar un batallón, se dirigió a Pisco, fondeando en la noche del 07 de septiembre en la bahía de Paracas. La travesía no estuvo exenta de vicisitudes. En la ruta interceptó y capturó al bergantín norteamericano “Warrior”, que se encontraba al servicio del Virrey, para obtener informaciones sobre la Escuadra chilena y, al mismo tiempo, apoyar con un envío de armas a las guerrillas de Benavides en el sur de Chile. Por él se tuvo conocimiento que algunas unidades de la fuerza española habían zarpado de El Callao para entregar refuerzos y armas a las guarniciones distribuidas a lo largo del litoral, lo que produjo alguna inquietud ya que se habían separado algunos transportes del convoy y se temió que pudieran ser interceptados por las naves  españolas. Sin embargo, todos los transportes se reunieron con la fuerza principal en la bahía de Paracas. Y, en cuanto a Benavides, la corbeta “Chacabuco”, dejada en Valparaíso para estos fines, zarpó al sur para contribuir a la lucha contra las guerrillas.

El desembarco del Ejército en Paracas se inició al día siguiente, empleándose tres días en ello. Para dar seguridad a la operación, la primera división marchó inmediatamente sobre Pisco, abandonado por la guarnición realista; a su vez, la Escuadra destacó a las fragatas “O’Higgins” y “Lautaro”, para que hicieran lo propio desde el mar. Además, el Almirante envió a reconocer El Callao y las fuerzas navales allí presentes al bergantín “Araucano” y a la corbeta “Independencia”, con el propósito de no ser sorprendidos por las fuerzas españolas.

Desembarcado el Ejército, San Martín estableció su cuartel general en Pisco, esperando la reacción de los realistas. Esta acción produjo consternación en Lima, siendo la primera reacción del Virrey Pezuela parlamentar, lo que fue aceptado por San Martín. Las conversaciones llevaron a un armisticio de muy corta duración, que condujo a una inactividad del Ejército en dicho lugar por más de 50 días.

Lo anterior, afectó a las fuerzas navales que se vieron obligadas a una pasividad enervante. La Escuadra estaba atada al convoy, a las instrucciones de O'Higgins y a la autoridad de San Martín. No obstante, capturaron algunas naves mercantes españolas sorprendidas en el área, entre ellas los bergantines “Cantón”, “Rebeca” y “San Antonio”.

En un reconocimiento efectuado por el bergantín “Araucano” a El Callao, el 08 de octubre de 1820, se observó que las fragatas “Prueba” y “Venganza” estaban preparándose para zarpar. Su salida fue confirmada dos días después, sin conocerse su destino, además, se tuvo conocimiento de actividades a bordo de la “Esmeralda”, “Sebastiana” y otros buques que indicaban un próximo zarpe.

En el intertanto, San Martín, presionado por Cochrane, determinó mover su Ejército a las cercanías de Lima, eligiendo Ancón como punto de desembarco. La misión de la Escuadra fue prestar cobertura a este movimiento, para lo cual Cochrane, con el grueso de sus medios bloqueó El Callao y con el resto de ellos, navío “San Martín”, bergantín “Galvarino” y goleta “Moctezuma” dio protección directa al convoy en su desplazamiento de Pisco a Ancón.

Situadas las fuerzas expedicionarias a tres millas de El Callao, todo hacía suponer que se atacaría de inmediato al grueso del ejército hispánico. Cochrane era de opinión que debía atacarse simultáneamente Lima y El Callao. Mientras, San Martín persistía en su idea de parlamentar y fomentar el alzamiento peruano y que fueran ellos quienes decidieran su propio destino. Felipe Pérez Soldán, historiador peruano, acota al respecto que si San Martín hubiese adoptado el plan de Cochrane, con sólo 1.000 hombres se habría conquistado Lima y se hubiese terminado la campaña en ese momento.

La pasividad del Comandante en Jefe de la Expedición y la agresividad de Cochrane, lo llevó a planificar una acción temeraria, que no contó con el consentimiento de San Martín, pero que de tener éxito significaría la captura de la mejor nave española surta en el fortificado puerto de El Callao: La fragata “Esmeralda”.

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La travesía no fue ausente de amenazas. El Virrey Pezuela había dispuesto con anterioridad el zarpe de una escuadrilla, conformada por las fragatas "Esmeralda" , "Prueba" y "Venganza", para interceptar al convoy. Estas desplegaron como piquete espía al bergantín norteamericano "Warrior".

Aún cuando el tiempo y viento fueron favorables para un desplazamiento rápido, resultó imposible evitar la dispersión del convoy, dadas las muy dispares características veleras en los 17 transportes.

Sin embargo, la fortuna obró en poder de los marinos chilenos. A la altura de Coquimbo, la "O'Higgins" capturó al "Warrior" y el 07 de septiembre, recalaba el grueso del convoy a Paracas, puerto de destino de la expedición.

El desembarco del Ejército no presentó mayores dificultades, porque los 630 soldados realistas a cargo de la defensa se retiraron al interior sin combatir.

Quedaron rezagadas el bergantín "Aguila" y la fragata "Santa Rosa", la fragata "Hércules" y el bergantín "Galvarino".

Para su protección, Lord Thomas Alexander Cochrane había destacado al bergantín "Araucano", que recaló el día 11 sin novedad, con el "Aguila" y 600 soldados.

Posteriormente, el Almirante avistó velas en el horizonte y zarpó a investigar con tres buques. Se trataba de las fragatas españolas "Esmeralda" y "Venganza", que los navíos chilenos persiguieron hasta las cercanías de El Callao.

Temiendo que se tratara de un apetecido señuelo para distraerlo de su objetivo principal, Lord Thomas Alexander Cochrane decidió regresar a Paracas, donde se enteró de que esta operación permitió el arribo seguro de la fragata española "Santa Rosa" con 300 soldados.

Finalmente, el 23 de septiembre recalaban el bergantín "Galvarino", la fragata "Hércules" y una goleta apresada. Había así llegado al objetivo la totalidad de la expedición.

Los acontecimientos en tierra, llevaron a José de San Martín y Matorras a decidir el reembarque del Ejército para caer sobre Ancón, donde desembarcó el 30 de octubre.

Previamente, Lord Thomas Alexander Cochrane había iniciado el bloqueo de El Callao con la fragata "O'Higgins", la fragata "Lautaro" , corbeta "Independencia" y el bergantín "Araucano".

La inactividad siempre implícita en las operaciones de bloqueo, no era consecuente con el temperamento dinámico y audaz del Almirante. Urdió, entonces, una operación destinada a aterrorizar al enemigo con un ataque atrevido y resuelto que causara un profundo impacto en sus ánimos. Se propuso tomar la fragata "Esmeralda" al pie de las fortificaciones de El Callao.