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Jueves 16 de enero de 2014

Arturo Fernández Vial

Marino chileno que luego del primer espolonazo, y con el objetivo de asegurar el pabellón en su lugar, subió al palo de mesana de la corbeta "Esmeralda" y clavó la bandera en su lugar.

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1858-1931

Contraalmirante y uno de los de los héroes del Combate Naval de Iquique, que como Guardiamarina de entrepuente de la corbeta "Esmeralda" tuvo una actuación destacada en la jornada del 21 de mayo de 1879, lo que le valió una medalla especial concedida por el Soberano Congreso, y otra por la Municipalidad de Iquique.

Además es reconocido por su participación en la Guerra Civil de 1891, y su incansable labor en favor del mejoramiento de la Armada Nacional y de la sociedad chilena, a través de la creación y participación en instituciones de carácter benéfico.

Hijo de José Fernández Labarca y Mercedes Vial Maturana, nació en Santiago, el 15 de marzo de 1858. Ingresó a la Escuela Militar en 1872, a la edad de 14 años, y no fue sino hasta abril de 1875 que se convirtió en Aspirante a la Escuela Naval. Fue nombrado Guardiamarina en julio de 1876.

En 1879, a los 21 años, tuvo la oportunidad de ser parte de la tripulación de la "Esmeralda" durante el Combate Naval de Iquique, como Oficial encargado de la santabárbara y entrepuentes. Al comienzo del combate, se dedica a su labor de apagar los incendios producidos por las balas de cañón que dan en la nave.

Luego del primer espolonazo, y con el objetivo de asegurar el pabellón en su lugar, subió al palo de mesana y clavó la bandera en su lugar, tal como lo recordó el Almirante Enrique Spoerer, en el discurso fúnebre del Contraalmirante, en noviembre de 1931

"Durante el combate se distinguió por su temeridad y arrojo. En el comienzo de esta gloriosa acción tuvo a su cargo las santabárbaras de la "Esmeralda". Muerto el Comandante Prat, y al ordenarse que nuestro pabellón, cumpliendo las tradiciones navales de Chile y las especiales instrucciones del Jefe inmortal, siguiera flameando hasta el final, el Guardiamarina Fernández Vial trepó decidido al mesana y clavó en persona la bandera, la misma que hoy es símbolo de irreductible decisión de vencer o morir con ella...".

Se sabe que Arturo Fernández se quedó al pie de la bandera hasta el final, como contaron los testigos al corresponsal del Mercurio, Eloy Caviedez: "severo, adusto, amenazante, resuelto, y Zegers por el otro, lloroso, suplicante, enternecido, pero ambos cuál más heroico y más firme, sosteniendo con sus juveniles manos las drizas de las dos banderas izadas en el pico de mesana para impedir que un accidente cualquiera las bajase en aquellos terribles instantes (...) se habría convertido en el alma del buque - una vez muerto A. Prat -, y que su serenidad, su valor a toda prueba, su heroísmo indudable fueron uno de los mayores estímulos que tuvo la tripulación para persistir en su sublime defensa ..."

Habiendo sobrevivido al ataque y al hundimiento de la nave, fue tomado prisionero, permaneciendo en Iquique y Tarma hasta el 31 de diciembre del mismo año, cuando fue canjeado por un prisionero de la cañonera "Pilcomayo", Fernández viajó de regreso a Valparaíso.

La acción de Iquique le valió el ascenso a Teniente 1º, y continuó su participación en los bloqueos de los puertos peruanos durante 1880, mientras que en 1881 tomó parte de las batallas de Chorrillos y Miraflores. En 1883, es reconocido oficialmente por haber organizado por primera vez las compañías de desembarco en la Armada, y es ascendido al grado de Capitán de Corbeta en mayo de 1884.

En octubre de 1885, siendo partícipe de una serie de ejercicios militares y prácticas de maniobras navales, debió cumplir con la dirección especial de los ejercicios de desembarco en Quintero.

Luego de un período dedicado a varios puertos y labores, fue nombrado Capitán de Fragata en el año 1888, hasta junio de 1889, cuando es enviado a Europa para tomar a su cargo la construcción de los cazatorpedos "Almirante Lynch" y "Almirante Condell". Probadas estas naves, emprendieron su viaje a Chile a fines de 1890.

En enero de 1891, al recalar en Punta Arenas, al mando del cazatorpedero "Almirante Lynch", se enteró de la guerra civil. El gobernador de Magallanes, al saber de su apoyo al bando congresista, ordenó apresarlo. Logró fugarse, huyó por tierra y en mayo se presentó al Ejército congresista. Fue nombrado subjefe del Estado Mayor, puesto en el que hizo la campaña en tierra al mando de las unidades de desembarco de marinería, que culminó en agosto con la derrota de las fuerzas balmacedistas en las batallas de Concón y Placilla.

En estos eventos, cabe destacar la importancia que tuvo el Desembarco en Quintero en el resultado final. Este ejercicio, ejecutado por la Armada nacional el 20 de agosto, fue destacado internacionalmente, dadas sus características técnicas y el éxito del proceso, que se ejecutó bajo su dirección.

En septiembre del mismo año, se embarcó en el blindado "Cochrane", y fue designado para mandar la Escuadra, y tuvo a cargo la organización y dirección del primer curso de artillería y condestables, y se convirtió en Director del Curso Especial de Guardiamarinas. En el mes de noviembre es nombrado Capitán de Navío.

Luego de participar en un acuerdo entre Chile y Brasil respecto a comercio y navegación, en el año 1895, es nombrado Gobernador Marítimo de Valparaíso. En marzo de 1898, fue nombrado en una comisión para presentar al Supremo Gobierno el Proyecto de Organización del Estado Mayor General de Marina; se le designa además Director del Territorio Marítimo y miembro del primer Consejo Naval.

Ascendió a Contraalmirante en 1899 y comandó la División de Evoluciones, con insignia en el acorazado "Capitán Prat". En marzo de 1900 fue nombrado Comandante en Jefe de la División de Evoluciones, y en agosto del mismo año se convirtió en objeto de discusión y polémica, al ser cuestionadas sus capacidades mentales por un miembro del Parlamento, desarrollándose una interpelación al Gobierno, y un debate en la Cámara de Diputados que duró varios meses, donde se examinaron sus métodos de trabajo a cargo de la Escuadra de Evoluciones.

El tema finalizó favorablemente para el Contraalmirante, a quien se le reconoció su destacada labor e interés permanente por la mejora de la Armada nacional. Volvió a ocupar el mismo puesto en el año 1903, hasta su retiro temporal.

Desde entonces se ocupó en Santiago en crear organismos sociales de instrucción. Contribuyó a la formación de catorce escuelas nocturnas para obreros y varias sociedades de temperancia. Fomentó activamente el atletismo. Fue uno de los fundadores de la Asociación Atlética Nacional y perteneció a la Acción Cívica y contra el Alcoholismo, al Consejo de la Junta de Reforma Municipal, etc.

Conferencista y colaborador de la prensa en asuntos relacionados con el mejoramiento de las costumbres.

Un evento importante en este contexto fue la gran huelga de Valparaíso en el año 1903, cuando trabajadores ferroviarios y estibadores se atrincheraron en la estación de trenes del puerto, declarándose "estado de sitio" y la participación de las fuerzas militares para reestablecer el orden. El Almirante, haciéndose presente en el momento (como enviado del Gobierno), logró un acuerdo entre las partes y evitó así un violento enfrentamiento; intercedió a favor de los obreros en huelga, ganándose así su admiración y estima, siendo honrado con el cambio de nombre del "Club Deportivo Ferroviario Internacional", de la ciudad de Concepción, a "Club Deportivo Ferroviario Almirante Arturo Fernández Vial", como se le conoce hasta hoy.

En julio de 1916 se le concedió su retiro absoluto del servicio de la Armada, dedicándose de tiempo completo a estas actividades, mostrando una personalidad fuera de lo común y adelantada a sus tiempos, la que fue digna de admiración pública y de la gratitud de sus conciudadanos. Falleció en noviembre de 1931.

Transcurrido un año después de su muerte, en diciembre de 1932 desde Buenos Aires, Gabriela Mistral en sus - obras selectas volumen IV - Hombres según el espíritu: El Almirante Fernández Vial, lo recuerda de la siguiente manera:

"Me viene a la memoria - y cómo no había de venirme!-otro nombre de varón según el espíritu, el Almirante Fernández Vial, que se nos ha muerto hace un año en la tierra de Chile. Posiblemente no ha dejado a la mundanísima ciudad de Santiago más memoria que la de un viejo bueno y deschavetado que iba siempre sin sombrero por la calle y que quiso fundar una risueña secta del aire puro, para arrancar a los santiaguinos de la cisterna de sus casas o de sus clubes. Mis gentes no le vieron más que sus manías risibles y su ajetreo de hombre que tiene la pasión de la atmósfera como la de una mujer.

El Almirante Fernández Vial dirigió nuestra flota algunos años, y creo que los gobiernos le llevaron y le mantuvieron en esa jefatura en grande, no por consideración a sus valores esenciales - que en nuestros escalafones eso no cuenta - sino porque estuvo presente en el combate naval de Iquique, y el contacto con nuestro Prat le dejó un olor de gloria para los chilenos. Alguien a quien le duelen estas torpezas, aunque sean pasadas, puede contar que el Almirante valía por títulos menos casuales que ese y que valió, dentro de la geología moral de Chile, como el salitre para las tierras andinas, por su absoluto de nitrato y estimulador".