Martes 26 de febrero de 2008
Escuela de Grumetes “Alejandro Navarrete Cisterna”: Vocación, Voluntad y Formación rodeados por mar
Cuando la vocación llama, casi nada se puede hacer para evitarlo. Cuando realmente hay interés, ningún obstáculo es lo suficientemente grande como para hacer oídos sordos al clamado de lo que nos gusta, nos apasiona y se convierte en nuestra principal motivación. Quienes se encuentran en la isla Quiriquina por un proceso de instrucción o destinación en la Escuela de Grumetes "Alejandro Navarrete Cisterna", saben que el sacrificio de estar en una situación especial de relación con la ciudad, al ser una isla, vale la pena en virtud de obtener aquello que se quiere con fuerza: servir a la Patria.
Adaptación a un nuevo estilo de vida
El hecho de estar a 45 minutos en trasbordador, obviamente implica una serie de ajustes en el estilo de vida de los habitantes de la isla Quiriquina. Hay actividades que son rutinarias, como ir al banco o al supermercado, que obligan a una especial organización familiar y del tiempo, ya que se debe considerar para estas labores la disponibilidad de algún medio para viajar, desde la isla hasta tierra, y viceversa. Al principio no es un tema fácil de congeniar con la rutina diaria, pero ciertamente se transforma en un hábito más que asumido a medida que pasa el tiempo.
El SO (Mc. Art.) Óscar González Vicencio es el personal de Gente de Mar más antiguo en la isla y se desempeña como Instructor dentro de la Escuela. Él, junto a su señora y sus dos hijas de 8 y 10 años, cumplieron recientemente 12 meses en este lugar y aseguran que a pesar de los inconvenientes propios de vivir en un territorio separado del continente, se han sabido adaptar muy bien. "Nunca habíamos vivido en una isla, son muchas cosas nuevas. Nosotros estábamos acostumbrados a la comodidad y a tener todo cerca, pero de a poco uno se va adaptando. En los primeros meses nos costaba, ahora ya no". Asimismo este marino, con 31 años de servicio, agradece a la Armada por permitirle ser parte integral de la formación de Grumetes en el último período de su carrera.
Pero como todas las cosas, vivir en una isla también posee su lado bueno que a juicio de Nancy García de González, tiene que ver con la seguridad y los lazos de amistad que se forman diariamente. "Las niñas se han hecho amistades fácilmente, lo más bonito es que se buscan entre todos, juegan bastante. Es otro tipo de relación, diferente a las que se ve afuera porque no son tan impersonales, sino más profundas".
Por su parte, el T1° IM Claudio Eliz Cabanillas asegura que su proceso de acostumbramiento ha sido bastante rápido. Asimismo, afirma que su máximo reto como instructor de la Escuela es formar buenos Infantes de Marina, lo que para él "es un desafío muy bonito y entretenido; les estamos enseñando todo lo que a nosotros nos enseñaron y eso es rico.
Después, cuando los veamos, vamos a decir: ´a ese Soldado o a ese Cabo lo formé yo´ y eso es muy gratificante". En tanto, Ximena Valdés de Eliz confiesa haber llegado hasta este lugar con una muy buena disposición, luego de recibir la noticia del trasbordo. Aunque lleva poco tiempo en la isla, ya pudo percibir la amabilidad y el gran apoyo que existe entre vecinos y amigos. "Aquí todo el mundo se conoce y te integran, te ayudan a traer las bolsas, los carritos, los coches. Si no tienes gas, vienen a ponerlo, son muy colaboradores".
La Marina, mi vocación
La Escuela de Grumetes es el establecimiento educacional donde durante un año se entrena a las futuras tripulaciones que integrarán los distintos buques y reparticiones de la Armada y que ante todo tienen como motivo principal servir a nuestra Patria. Es en este lugar donde a través de instructores y Grumetes cada día vemos sacrificio, voluntad y compañerismo.
La C1° SERV. (Sn. Tec. Med.) Amarilis Arancibia Leiva está feliz con su designación como instructora. Tiene 13 años en la Institución y hace 5 se desempeña como instructora militar, cargo que ostenta con gran orgullo y dedicación. Para ella, la experiencia a cargo de las Grumetes ha sido muy enriquecedora y en cada momento intenta entregarles todas las herramientas para que sean buenas profesionales en el futuro, tanto en lo militar como en lo personal. "Trato de traspasarles mis propias experiencias, la parte vocacional y el espíritu de cuerpo. Ellas cada día ven el sacrificio que hay de por medio y que eso es por algo, es porque te nace de corazón".
Y si de perseverancia y brío se trata, el Grumete Ricardo Torres Gómez es un claro ejemplo. Desde pequeño se sintió atraído por las Fuerzas Armadas, hizo el Servicio Militar en la Armada y luego de esa experiencia postuló, convencido, a la Escuela de Grumetes. Asegura que lo más atractivo de todo es "servir a mi país, no es ganar dinero ni nada de eso, es simplemente la vocación de estar aquí, de servir a Chile y a mi Institución". Pero no es sólo eso lo que tiene claro el Grumete Torres; también demuestra certeza de cuál es el ámbito en el que le gustaría desarrollarse profesionalmente: "me di cuenta de que el marino que ve a la gente es el Litoral, es el que está en las playas rescatando a las personas, participando en control de contaminaciones y todas esas cosas", explica.
Cada sala de clases, cada patio, cada rincón de la Escuela de Grumetes está ocupado con personas que desean estar allí, unas porque quieren aprender, otras porque quieren enseñar, pero lo común entre ambos es su anhelo por dar lo mejor de sí y su deseo por engrandecer a la Marina y al país.