Martes 23 de mayo de 2017
DISCURSO CEREMONIA 21 DE MAYO 2017
La Armada de Chile es una Institución que nace con la Patria, y que ha navegado al servicio del país durante sus 200 años de vida.
Quienes conformamos esta institución bicentenaria, somos herederos de una tradición de valor, honor, sacrificio y un profundo amor a la Patria, que, a lo largo de su existencia, ha forjado en sus tripulaciones, una sólida vocación de servicio, que ha guiado y continuará guiando su accionar en beneficio del devenir de Chile.
En estos dos siglos de historia, nuestra Institución también ha entregado a Chile a héroes verdaderos, que fieles a un juramento solemne, han dado la vida en pos del interés superior del país.
Hoy, reunidos en la solemnidad propia de conmemoraciones trascendentes, con el realce que brinda la presencia de su Excelencia, la Presidenta de la República y las más altas autoridades del país, nos hacemos presentes junto a la comunidad nacional, en este tan querido escenario patrio, el cual recuerda con veneración e inagotable memoria, uno de los capítulos más gloriosos de nuestra historia republicana, ocurrido hace 138 años en la Rada de Iquique y donde la figura del Comandante Arturo Prat constituye el ejemplo más relevante.
En este monumento, erigido en 1886 por el clamor popular y de cara a los héroes que guarda celosamente, damos forma a un sentido homenaje en memoria del Centésimo trigésimo octavo aniversario de los Combates Navales de Iquique y Punta Gruesa, lo que se replica a lo largo de todo el país, con la presencia de unidades de la Armada que se encuentran desplegadas en los puertos de nuestra extensa costa.
Porque el 21 de mayo y la conmemoración de las Glorias Navales de Chile no es un ritual mecánico de repetición, año tras año, del protocolo de una ceremonia por todos conocida.
Muy por el contrario, es un ciclo vivo que cada año se renueva y da flores y frutos, como fuente inagotable de ejemplo, de guía, de liderazgo y de inspiración.
Porque cada vez que el trazado de la navegación de la Patria nos lleva por aguas poco calmas, cada vez que los embates de las catástrofes nos golpean, cada vez que la convivencia se hace difícil, cada vez que las instituciones pasan por crisis de credibilidad, en cada una de esas oportunidades, y en el diario quehacer de la República, Prat y su "Esmeralda" se constituyen en faro y guía de confianza, de seguridad y de ejemplo de buen servicio a la Patria.
Por eso, a medida que pasa el tiempo, la figura de Prat se agiganta. Es la encarnación de un liderazgo íntegro y completo. Porque ese joven Comandante no solamente nos legó una muerte heroica, nos legó una vida ejemplar, llena de actos y gestos dignos de imitar, de inmenso valor humano, social y ciudadano.
En todas las facetas de su corta vida emerge con fuerza la principal lección de liderazgo que se puede dejar a las futuras generaciones "La fuerza del ejemplo y la coherencia en el ser, el actuar, el decir y el parecer."
Arturo Prat fue un chileno que hizo del servicio a los demás su forma de vida.
Prat fue un servidor íntegro. Hijo preocupado de su madre. Esposo y padre ejemplar. Oficial de Marina que encarnó todos los valores exigibles a su profesión. Abogado probo y preocupado del quehacer de su país. Ciudadano responsable, comprometido con sus compatriotas y preocupado de los más desposeídos. Un hombre de honestidad a toda prueba.
Todas estas son virtudes personales y ciudadanas que nuestro pueblo valora y atesora, porque están inscritas en nuestro ser como chilenos y en la esencia del alma nacional.
Las cualidades de liderazgo de Prat, el comandante, sumadas a las virtudes y valores de Prat, el hombre, nos dan luces para entender por qué la "Esmeralda" se transformó en una sola voluntad para enfrentar la adversidad.
A bordo de ese buque, no importó la edad, el origen, el lugar de nacimiento o la educación. Todos fueron uno solo, hermanados en el amor a la Patria y en el fiel servicio a Chile.
Los buques de ayer y de hoy tienen una característica particular que los hace una excelente escuela de trabajo en equipo, de cumplimiento del deber y de servicio a los demás.
En los buques de antaño bisoños y experimentados, cultos e iletrados, venidos de la tierra o nacidos junto al mar, cada uno en su puesto compartían responsabilidades.
En los buques de hoy el espectro es más amplio, ya que incorpora también a la mujer siendo nuestras tripulaciones un vivo reflejo de la sociedad a la que sirven, en el mar y desde el mar.
Cada uno, a bordo, tiene un rol y una tarea que realizar, desde la más compleja hasta la más simple. Así la convivencia de la tripulación se basa en la confianza mutua de que cada uno cumplirá con su deber.
Si alguien hace mal su tarea el buque completo se resiente. Si alguien no cumple con su deber pone en riesgo a los demás, incluso la integridad del buque.
Todos a bordo de un buque tienen clara conciencia de un destino común: Lo que le pasa al buque nos pasa a todos, y todos dependemos el uno del otro.
Los niveles de responsabilidad pueden ser distintos, pero el resultado es el mismo para todos.
En ese orden de ideas, en el día de hoy, en este 21 de mayo de encuentro, de unión nacional y de reflexión, podemos escuchar con nitidez y comprender lo que este monumento nos quiere decir.
Este monumento no fue erigido para ensalzar el tronar del cañón, ni solamente el coraje de un momento de valor sublime. Este monumento fue erigido a un grupo de valientes que vivió el amor a Chile y el servicio a la Patria día a día, en todas las actividades de su vida, pública y privada. Y fue tan grande su amor y tan alto el deber de servicio que estuvieron dispuestos a enfrentar el sacrificio. La ofrenda de sus vidas solamente encuentra sentido en la forma coherente en que vivieron.
Este monumento, que es también un mausoleo, no rinde tributo a la muerte, rinde tributo de admiración a la vida que ellos vivieron, a la forma en que la entregaron y al servicio que a la Patria otorgaron.
Este monumento está aquí para irradiar a las nuevas generaciones de chilenos una señal indeleble de la Cultura de una vida al Servicio a la Patria, para señalarnos el inmenso valor y profunda dignidad del servicio a los demás.
Por eso es tan necesario que nos volvamos a emocionar, año a año, por lo que Prat y sus muchachos de la "Esmeralda" hicieron en su momento de gloria.
Por eso es tan necesario recordar, año a año, la victoria de Condell en Punta Gruesa, señalando que, la victoria siempre es posible aun contra fuerzas muy desiguales, cuando estamos unidos, cuando confiamos en nosotros mismos.
Este monumento es el faro de la Cultura del Servicio a Chile y alumbra el recto navegar de la Patria.
Este monumento nos llama al cumplimiento del deber de todos los días, de cada jornada, sabedores que nuestras faltas, flaquezas y errores afectan al resto, nos debilitan, y nos hacen ser menos.
Este monumento nos llama a todos a sentirnos parte de una sola tripulación, a reconocernos como tales, a entender que tenemos un destino en común, que tenemos deberes individuales, pero que nos debemos al conjunto.
Este monumento nos recuerda que como tripulación de este buque llamado "Chile", tenemos responsabilidades relevantes que debemos cumplir, cada uno en el puesto que la vida nos asignó. Prat y sus muchachos nos llaman hoy a cumplir fielmente con nuestros deberes y obligaciones.
Este monumento llama, con mucha fuerza, a todos los comandantes y a todos sus tripulantes, a liderar y conducirse con el ejemplo. A ser austeros, honestos, honrados e íntegros. A vivir la vida con coherencia, cuidando lo que se ha logrado y velando por la correcta y necesaria convivencia. El sacrificio de Prat y su "Esmeralda" nos conmina a anteponer el bien común ante cualquier interés personal, por legítimo que sea.
Hagamos votos para que esta conmemoración de los combates de Iquique y Punta Gruesa y celebración de las Glorias Navales de Chile contribuya a que veamos a Chile como un solo buque y a todos los chilenos, como una sola dotación. Llevemos el buque por rumbo seguro buscando el futuro esplendor que nuestro himno nos promete.
Confiemos en que el sacrificio de Prat y sus muchachos de la "Esmeralda" constituye un mensaje vivo y vigente, y busquemos la grandeza de nuestra Patria, no sólo en los grandes proyectos, sino en las pequeñas cosas, esas cosas que se pueden definir con una sola palabra: respeto, deber, servicio, justicia, amor, fe, austeridad, honradez, valor, verdad y caridad.
Si logramos que el ejemplo de Prat nos ilumine y esas simples palabras acompañen nuestra vocación de servicio día a día, si logramos que nuestras tripulaciones hagan suyo el mensaje de que cada cual tiene que cumplir con su deber, lograremos instalar una cultura de servicio público, un servicio fiel a la Patria, tan necesario, hoy y siempre, para el engrandecimiento de nuestro país.
A la luz de los aspectos señalados, y en momentos en que este Almirante, efectúa sus últimas singladuras como Comandante en Jefe, no puedo finalizar estas palabras, sin expresar el agradecimiento institucional, por el apoyo brindado por las autoridades a la Armada de Chile, en su permanente accionar al servicio de la Patria.
Las innumerables tareas que la Institución realiza en los ámbitos operativos, en participación en Operaciones de Paz, de salvaguarda de la vida humana en el mar, en el combate a la contaminación, en el apoyo a comunidades aisladas, en la investigación científica, en las tareas antárticas y en llevar una mano amiga desde el mar en periodos de catástrofe, han contado con el decidido respaldo de las autoridades, lo que constituye un invaluable reconocimiento para los cerca de 26.000 integrantes de la Institución. Este respaldo se ha manifestado, además, en iniciativas concretas que constituyen un real aporte a los intereses marítimos nacionales, pudiendo destacar, la modernización de las unidades de combate, la construcción de unidades auxiliares y la adquisición de nuevas aeronaves, por nombrar algunas, todo lo cual nos permitirá seguir cumpliendo con eficiencia las tareas que nuestro rol demanda.
También es justo agradecer a Su Excelencia Presidenta de la República y a los Honorables Parlamentarios, por su predisposición y voluntad para separar dos actos republicanos, dos instancias de reflexión y que merecen el más alto interés y respeto nacional.
Me refiero a la obligación constitucional de los Presidentes de la República de rendir cuenta pública al país, de la fecha de celebración de las Glorias Navales de Chile, lo que había sido un anhelo largamente esperado.
Hoy, gracias a ello, desde Visviri hasta la Antártica, los chilenos vivimos, en familia, una fiesta ciudadana, destinada a valorar lo que las tripulaciones de dos buques de la Armada de Chile hicieron por nuestra Patria hace 138 años y reflexionar sobre lo que la bicentenaria Marina sigue haciendo día a día por ella.
Valparaíso, nuestro querido puerto principal, se beneficia también con esta medida. Cuanta falta nos hacía devolver las calles a las familias para que las ocupen a plenitud, para que los porteños de los cerros puedan bajar a ser partícipes de este homenaje.
Al despejar las calles de la estridencia a la que nos habíamos acostumbrado, esperamos escuchar en el tiempo de manera creciente, con nitidez, la voz profunda con que este monumento, en este día de Gloria y Victoria, nos llama a reflexionar.
Excelentísima Señora Presidenta, distinguidas autoridades: Al completar estas palabras llenas de emoción y gratitud hacia quienes son nuestro ejemplo, debemos recordar que el espíritu de las naciones está forjado por la actuación ejemplar de sus hombres y mujeres y por los hechos gloriosos que se acumulan en las páginas de su historia.
La epopeya de Iquique y el ejemplo entregado por cada uno de sus hombres es y será la señal inequívoca de una conducta nacional. Imitarlas es una obligación y recordarlas es un imperativo nacional, siendo el sentido de gratitud y respeto la forma de proyectarlas en las generaciones futuras.
Muchas Gracias.