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Lunes 19 de octubre de 2015

Pingüinos y Focas despiden a la dotación de la Base Naval Antártica “Arturo Prat” de la Armada de Chile

La base es la más antigua de nuestro país en la Antártica, siendo inaugurada 1947 como un enclave de soberanía y de apoyo a la actividad científica

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A pocos días de abandonar el Continente Blanco y que se dé inicio a una nueva “Campaña Antártica”, que comprende el período 2015 - 2016, y la cual llevará consigo a una nueva dotación, el personal de la Base Naval Antártica “Arturo Prat”, fue  testigo de la visita de numerosas especies que se acercaron hasta las instalaciones de la Armada en Isla Rey Jorge.

Se trata del nacimiento de crías de las focas de Weddell, en donde varios ejemplares llegaron al borde costero en Bahía Chile y a las inmediaciones de la Base Naval, lugar propicio para este evento de la naturaleza. Estos ejemplares se caracterizan por alcanzar longitudes de hasta 3 metros de largo y pesar 400 kilos aproximadamente. Las hembras, levemente más grandes que los machos, parieron crías que midieron alrededor de 1,5 metros.

De igual modo, un singular arribo efectuó una colonia de pingüinos “Papúa” al entorno de la repartición naval, conformando una columna cercana a los 300 ejemplares, quienes emprendieron la marcha en busca de un sector para nidificar, ya que entre Octubre y Noviembre de cada año, llegan los machos a las colonias reproductivas.

El pingüino “Papúa”, se caracteriza por ser una especie de tamaño medio, alcanzando entre los 50 y 90 cm. de estura y con un peso de entre los 4,5 y 8.5 kilos. Se identifican por una franja de color blanco, que parte desde los ojos hacia la parte posterior de su cabeza.

Este acontecimiento, marca el término del aislamiento de la dotación naval, ya que con la llegada de estos ejemplares, junto a las focas de Wedell, es posible observar vida animal en el sector. La dotación de la Base Naval, tuvo la oportunidad de registrar fotográficamente esta colonia de pingüinos “Papúa” y observar su comportamiento al marchar. Como firmantes del Protocolo de Madrid, los humanos tienen prohibido acercarse a menos de cinco metros de la fauna que habita o transita en el lugar, con la finalidad de generar el menor impacto posible.