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Viernes 4 de noviembre de 2011

Infantería de Marina en Cabo Haitiano

El lado más amable de los soldados del mar

El Batallón Chile viene desarrollando una exitosa iniciativa de apoyo a la comunidad y mejora de su calidad de vida al proporcionarles herramientas para salir, efectivamente, de la miseria en que viven. Cursos de capacitación, como manipulación de alimentos, mecánica y derechos ciudadanos, son parte de las tareas que realizan los uniformados chilenos que conforman el Batallón Chile.

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Desde 2004 que Chile está presente en Haití formando parte de la Fuerza de Estabilización MINUSTAH de las Naciones Unidas y que componen efectivos del Ejército, Armada y Fuerza Aérea, además de Carabineros y PDI.  Es en Cabo Haitiano, la segunda ciudad más grande de Haití, donde se nota el trabajo que realizan los chilenos, pues es en esta localidad donde el Batallón Chile, compuesto por efectivos del Ejército y la Armada, están desarrollando exitosas acciones que van en beneficio directo de la comunidad, integrando a los haitianos a sus unidades como empleados con contrato y sueldo fijo, lo que ha mejorado notoriamente las relaciones con la comunidad. En los dos cuarteles de Chile en Cabo Haitiano trabajan 26 "locales" y reciben promedio un sueldo mensual de US$ 160, un lujo en un país donde el promedio no supera los 50 dólares mensuales.

 

El actual Batallón Chile, Nº XVI, está conformado por la dotación conjunta del Ejército y la Armada que llegó entre julio y agosto pasado. De los 354 efectivos chilenos, 174 son de la Armada y el resto del Ejército, destacados en cuatro campamentos ONU: Carrera, O'Higgins, Prat y Lagos. Además, Chile tiene a cargo la vecina ciudad de Port de Paix, donde se alternan mes a mes marinos y militares en las funciones encomendadas por la MINUSTAH.

 

Los efectivos chilenos están desarrollando una interesante, silenciosa y efectiva obra de apoyo a la comunidad que va en beneficio directo del ciudadano, como tarea complementaria a la definida por la ONU de mantener el control y apoyo a la seguridad ciudadana y a los procesos eleccionarios que permitan la consolidación de la democracia en Haití.

 

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"En Cabo Haitiano, el Batallón Chile tiene múltiples misiones y por ello la ciudad se ha dividido en 22 sectores que representan las áreas sensibles y que requieren una constante presencia ONU para evitar la delincuencia y el crimen organizado. Se realizan patrullajes de largo alcance para poder conocer el nivel en que se encuentran las rutas y las autoridades locales, además de los conocidos ‘check points' que permiten controlar el microtráfico de droga que ha aumentado en el país, aunque el control policial está en manos de la UNPOL (Policía de Naciones Unidas) que confirman efectivos de Guatemala, y el control marítimo a cargo de Uruguay", explica el comandante del Batallón Chile, teniente coronel  del Ejército, Rafael Cabrera Osorio. "Paralelamente se debe entregar seguridad a los convoyes ONU. Los mayores problemas que enfrentamos son el aumento sostenido del cólera (más de 800 casos), el creciente tráfico de drogas que realizan carteles desde Colombia vía marítima y la falta de un Estado de Derecho. En lo que respecta a la comunidad se están desarrollando proyectos de impacto rápido que son presentados por los haitianos; por ejemplo, hace poco inauguramos un paradero para motoconcho (mototaxi), se hizo el mejoramiento de los muros de la cárcel y trabajamos en 3 orfanatos, donde replicamos los controles de niño sano y las tardes recreativas", agrega.

 

Aislamiento y precariedad

 

Cabo Haitiano es la segunda ciudad más grande de Haití y está a sólo 40 minutos de vuelo desde la capital, Puerto Príncipe. Hasta antes del terremoto de 2010 tenía 180 mil habitantes y, aunque aún no hay registros oficiales, la población aumentó notoriamente. Las condiciones de vida de su población son de pobreza extrema inimaginable en Chile. Es en este ambiente de múltiples precariedades donde la fuerza militar chilena se las ha ingeniado para entregar algo más que la mera seguridad a la alicaída población haitiana. La idea del Batallón Chile es proporcionar herramientas a los ciudadanos para que puedan efectivamente salir de la precariedad; así, por ejemplo, se han desarrollado de manera exitosa cursos de electricidad básica y primeros auxilios a los alumnos de las carreras de Ingeniería y Enfermería de la Universidad Roi Henry Christophe, Cap Haitien, además de dictarse el primer curso de manipulación de alimentos.

 

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Desde el aire y a baja altura llaman la atención las cientos de fumarolas que se elevan desde distintos puntos de la ciudad. Una vez en tierra, se respira un olor nauseabundo. Las quemas constantes durante día y noche corresponden a basura. Obviamente no existe el servicio regular de extracción de desperdicios, lo mismo sucede con las aguas servidas, que son arrojadas y vertidas al río que cruza la ciudad.

 

Cabo Haitiano es el mejor ejemplo de la falta de Estado en el país y que tiene prácticamente en el más absoluto abandono a esta localidad que está muy cerca de la capital. No tiene luz eléctrica ni tampoco agua potable, el agua sigue siendo entregada por los efectivos chilenos que a diario salen a repartirla en camiones aljibes a colegios y recintos hospitalarios.

 

La electricidad sigue siendo un lujo de unos pocos, a pesar de que existe una pequeña central generadora donada por Cuba y Venezuela, que no funciona. En su totalidad la ciudad se alumbra con velas, generadores a petróleo o con una suerte de "chonchones".

 

Cabo Haitiano ha recibido a miles de desplazados por el terremoto, lo que ha generado una notoria precariedad en los empleos de la población. Esto se aprecia en todas las calles, donde en improvisadas veredas dan cabida a cuanto puestecillo de venta se imagine: desde comidas locales hasta ataúdes, todos lo imaginable e inimaginable se puede encontrar en las calles de Cabo Haitiano. Siendo el punto neurálgico el Mercado, una suerte de feria central, oscura, maloliente y desordenada. Y es este mercado uno de los puntos que a lo menos dos veces por semana  es patrullado por los Infantes de Marina que recorren todo el centro y casco histórico de la ciudad para hacer prevención.

 

Por estos días, la gran campaña país es lograr bajar los altos índices de cólera. Pero poco y nada se puede hacer en una ciudad donde no existen las más mínimas normas de salubridad pública. En el Mercado, por ejemplo, que tampoco tiene luz ni agua, se venden todo  tipos de carnes a la intemperie, en carretillas bajo el abrasador sol, los más de 40 grados de calor y la humedad que supera el 80%. En estas condiciones se venden también salchichas de color verdoso, carnes de ave y cerdo pútridas, narices de vacuno a medio ahumar (para sopa) y cuanto picadillo de animales se pueda imaginar. Al lado de estos puestos, cerros de basura.

 

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Es en este ambiente en donde conviven a diario los Infantes de Marina que, además de patrullar las calles, en sus caminatas por la ciudad se dan el tiempo de conversar con los haitianos, orientarlos y ayudarles en cosas tan mínimas como crear conciencia sobre la importancia del lavado de manos.

 

Como la falta de agua potable es generalizada en el país, y en particular en Cabo Haitiano, los cuarteles Carrera, Prat y O'Higgins cuentan con plantas purificadoras de agua, lo que les permite abastecer algunas áreas de la ciudad, como por ejemplo la cárcel, donde diariamente  se entregan dos mil litros.

 

XVI Batallón Chile

 

Conformado por  354 personas, 174 de ellos son marinos. Durante este período  están al mando del Teniente Coronel  de Ejército Rafael Cabrera, siendo su segundo comandante el Capitán de Corbeta IM Jorge Serón. Además, cuentan con un capellán católico y uno evangélico. Esta unidad conjunta conformada por efectivos del Ejército y la Armada, previo a su arribo a Haití, debió cumplir un riguroso proceso de preparación y entrenamiento realizado durante tres meses en el Fuerte Aguayo de la Infantería de Marina, en Concón.

 

El mando del Batallón Chile es alternado, un año le corresponde a la Armada y el siguiente al Ejército.La fuerza de la Armada está compuesta por 14 Oficiales y 160 Gente de Mar, en tanto el Ejército cuenta con 15 Oficiales y 132 personas pertenecientes al Cuadro Permanente. Los efectivos se distribuyen en cuatro cuarteles: Carrera, O'Higgins y Prat en Cabo Haitiano, además de Lagos, en Port de Paix.

 

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Primera misión fuera de Chile

 

El Batallón Chile está compuesto por muchos jóvenes infantes de Marina, que en algunos casos cumplen su primera misión fuera del país. Este es el caso del Subteniente IM  Juan Carlos Uribe y del Soldado primero IM Víctor Araneda, ambos con 24 años.

 

Para el Subteniente Uribe, "lo más importante de venir a Haití es el crecimiento profesional que significa formar parte de una misión de paz de Naciones Unidas representando al país y a la Infantería de Marina, porque es una muy buena oportunidad para poner en práctica lo que se nos ha enseñado". "Cuando le dije a mi familia que venía, ellos lo tomaron bien, saben que la situación es totalmente distinta a la de Chile pero están tranquilos, contentos y orgullosos de mi", comenta.

 

Por su parte, para el Soldado Araneda, "Haití es una oportunidad para crecer profesionalmente, de conocer otra cultura, de representar al país. Una oportunidad para trabajar en condiciones adversas, donde -por ejemplo- el clima es un factor importante, porque es totalmente distinto a lo que tenemos en Chile".

 

Ambos Infantes de Marina tienen muy claro el mandato de Naciones Unidas y el rol que tiene un Casco Azul, porque, como comenta el Subteniente Uribe, "tenemos una preparación previa. Durante el período de instrucción nos ponen al tanto de la realidad y qué es lo que tenemos que hacer, cuáles son nuestros derechos y deberes con la población de Haití. Uno  tampoco viene acá sin saber a lo que se va a enfrentar; sin duda que la condición de Haití hoy es distinta, y nosotros como fuerza militar estamos entregando más apoyo humanitario".

 

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Pero, sin duda, lo que ha marcado a estos dos jóvenes es la precariedad del país y en particular las mínimas condiciones en que vive la población de Cabo Haitiano. Tanto Uribe como Araneda coinciden en destacar que la falta de agua y de servicios básicos los han hecho reflexionar sobre las tremendas diferencias existentes con Chile: "Acá uno aprende a valorar las cosas que para uno en Chile son totalmente normales y rutinarias, como la luz, el agua e incluso la comida, aquí eso es algo sumamente difícil de tener para la población local. Un baño o una cama son cosas de difícil acceso para los haitianos, entonces uno empieza a valorar ese tipo de cosas que para cualquiera de nosotros son algo totalmente normal y cotidiano", comenta  el Subteniente Uribe.

 

Consultados sobre cómo han percibido la reacción de la gente cuando tienen que salir a patrullar la ciudad, el Subteniente Uribe explica que él nunca ha sentido "rechazo de  parte de la población. En el momento en que la gente está tranquila y nos demuestra su cariño, uno no se siente como una fuerza de ocupación, al contrario".