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Jueves 16 de enero de 2014

Ernesto Riquelme Venegas

Guardiamarina

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1852-1879

Nació en Santiago el 14 de abril de 1852. Sus padres fueron don José Riquelme, el primer taquígrafo que hubo en Chile y la señora Bruna Venegas, distinguida educadora.

El joven Ernesto hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional y se graduó de Bachiller en 1870. Era un muchacho muy inclinado a las cosas del mar, tenía, asimismo una marcada afición por la música, arte de su predilección. Igual cosa ocurría con la literatura y su despertar juvenil lo inclinaba hacia la poesía. Colaboró con el periódico "El Alba", donde los alumnos del Instituto Nacional publicaban artículos literarios.

No obstante poseer inclinaciones marineras, siguió la carrera de Derecho y mientras estudiaba esta carrera, conoció a un Oficial de Marina que, con grandes sacrificios, por residir en la ciudad de Valparaíso y hallarse la mayor parte del tiempo embarcado, también esperaba titularse de Abogado, naciendo entre ellos una gran amistad. Este marino era el Capitán de Corbeta Arturo Prat Chacón, de trato atrayente y de vasta cultura, lo que habría de influir en el ánimo del joven Ernesto, a quien se le despertó el semidormido amor por el mar.

Por ello decidió dejar sus estudios e ingresar a la Armada. Su decisión la tomó por sí mismo, en ningún caso por intervención de Prat, sino porque su espíritu entusiasta y romántico lo llevó a incorporarse a una institución cuyas acciones son reguladas por el mar.

De tal manera ingresó a la Escuela Naval, que funcionaba a bordo de la corbeta "Esmeralda", el 14 de abril de 1874. Su Comandante era el Capitán de Fragata Luis Alfredo Lynch Zaldívar y el Segundo Comandante y Subdirector, el Capitán de Corbeta Arturo Prat Chacón.

El 18 de noviembre de 1876, nombrado Guardiamarina, se embarca en el blindado "Cochrane", que al mando del Capitán de Navío don Enrique Simpson Baeza partió a Europa, a terminar trabajos pendientes en los astilleros de Hull, en Inglaterra. 

Permaneció algún tiempo en Londres, donde hizo un curso de torpedos, entre otros estudios navales que desarrolló. Los conocimientos del idioma inglés que poseía los perfeccionó hasta lograr hablarlo con soltura. Asimismo adquirió conocimientos musicales.

De vuelta en el país en 1878, se retiró del servicio y se estableció en Santiago, donde su espíritu de abnegación lo llevó a ingresar al Cuerpo de Bomberos, incorporándose a la Bomba Sur, que más tarde sería la Segunda Compañía de Bomberos de Santiago.

Estallada la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia, Ernesto Riquelme se reincorporó de inmediato a la Armada y fue destinado a la corbeta "Esmeralda". Allí volvió a encontrarse con su antiguo amigo, el Capitán Prat, ahora Comandante de la corbeta, pues Prat había llegado al buque el día 16 de mayo de 1879, fecha en que la Escuadra chilena zarpó a El Callao y dejó a la corbeta "Esmeralda" y goleta "Virgen de Covadonga" en el bloqueo de Iquique, hasta la víspera del célebre y heróico combate.

La actuación del Guardiamarina Riquelme en el Combate Naval de Iquique es sobradamente conocida. Cuando la "Esmeralda" se hundía herida de muerte y su proa se sumergía rápidamente por los raudales de agua que le entraban, Riquelme, que atendía la artillería de popa, preparó un cañón y aferrándose a la borda como pudo para no caerse y dándole depresión al cañón, dio fuego un postrer esfuerzo por dañar al monitor, que tantos estragos había causado a su querida corbeta. Después de esto, ya no pudo sostenerse y rodó por la cubierta, donde el mar pronto lo tragó.

Su cañonazo fue por cierto estéril. Sólo resultó un saludo a la bandera que aún flameaba, pero mostró a la posterioridad el alto nivel de patriotismo y el temple de héroe de este joven oficial, que murió ahogado en el momento mismo en que la bandera, izada en el pico de mesana de la corbeta, se perdía en el mar.

Este joven Guardiamarina personifica en la Historia Naval de Chile al héroe soñado de la juventud chilena: sentimental, músico, bombero, altruísta, estudiante de derecho y poeta; que fue capaz de mostrarse como un marino heróico al sellar con la última descarga de su cañón, la decisión del Comandante Prat, su amigo, su jefe, de no arriar jamás la bandera nacional ante el enemigo, aún cuando se combatiera en inferioridad de condiciones.