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Sábado 21 de mayo de 2016

¡A Chile le hace bien el 21 de Mayo!

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Como cada año nos reunimos en esta fecha, en torno a este histórico monumento que es también la tumba que guarda los venerados restos de Prat y sus compañeros de gloria, para cumplir con un ritual ciudadano y para rendir tributo de admiración a los héroes de Iquique y Punta Gruesa.

La presencia de las más altas autoridades del país, encabezadas por SE la Presidenta de la República, Sra. Michelle Bachelet y de representantes de países amigos, da cuenta de la trascendencia que, como sociedad, le asignamos a esta celebración.

Frente al monumento, la juventud de la Marina y de nuestras hermanas instituciones castrenses y de orden y seguridad, en conjunto inseparable con la ciudadanía de los cerros del querido Valparaíso, Puerto Principal y Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Al centro, el monumento que nos señala y nos recuerda, cómo fueron capaces de cumplir con su deber nuestros compatriotas en el pasado.

Con este marco, la circunstancia, el lugar y la fecha resultan propicias para reflexionar sobre este acto ciudadano al que anualmente damos cumplimiento. La grandeza humana reflejada en el Combate Naval de Iquique, hace ya 137 años,  es tan sublime que por sí sola brilla en nuestra historia como un faro de guía y ejemplo, de aliento y de inspiración.

Es por ello, que en este día, resulta oportuno reflexionar con humildad, sobre el compromiso que representa para todos los chilenos, el ser herederos de un patrimonio histórico, generado por hombres que vistieron el uniforme de nuestra Armada, pero por sobre todo, herederos de una tradición que señala valores excelsos, lo que nos exige asumir frente  a Dios y sin mezquindades, este privilegio construido y legado con generosidad y grandeza.

Ellos dieron muestras de unión ante la adversidad, de obediencia y cohesión bajo el mando de sus superiores. El resultado fue la gloria, la victoria y el recuerdo permanente de todos los chilenos sin distinción.

Este reconocimiento a nuestros héroes si bien se proyecta en todos nuestros compatriotas, se encuentra especialmente arraigado, como es natural, en nuestra Armada, Institución que siente la responsabilidad de ser fiel depositaria de tan valioso patrimonio.

En ese orden de ideas, con legítimo orgullo puedo expresar que la Armada de hoy, heredera de estas tradiciones de honor y gloria, es la misma de Prat. Una Marina conformada por cerca de 26.000 hombres y mujeres, leales, íntegros, honestos, profesionales y con un alto grado de compromiso y entrega por la Institución y el país, motivados por el ejemplo del Comandante Prat y su dotación.

Una Marina que abraza principios y valores, que venera a sus héroes, que acoge compatriotas de distinto origen y condición social, que posee un alto grado de preparación profesional y que continúa poniendo a disposición de la Patria todas sus capacidades, en sus diversos ámbitos, con el solo propósito de hacerla cada día más grande y más respetada.

En ese contexto, cada mes de mayo celebramos también el Mes del Mar. Es el mar que no siempre tranquilo nos baña, pero que siempre está presente cuando se trata de visualizar, de diseñar, de soñar y construir nuestro futuro.

Este año, el lanzamiento oficial lo realizamos en la querida ciudad de Punta Arenas, actividad que fue presidida por Su Excelencia, a quien agradecemos públicamente por su apoyo y respaldo. La decisión de inaugurar este mes en esa austral Capital Regional, obedeció no solo a los profundos lazos que unen a la Institución con esa Región desde sus orígenes, sino que además al permanente compromiso de la Armada de estar presente en todo nuestro litoral, integrando aquellas zonas que se encuentran más alejadas del centro del país.

Mención especial merece la necesidad de poner en relieve la importancia estratégica que dicha región posee, entre otras razones, por ser la puerta natural de acceso a la Antártica. La Armada de Chile, pionera en la presencia en dicho continente, con la creación de la actual base Prat en 1947, ha mantenido desde esa fecha un especial interés y una continua participación en las actividades que allí se realizan. Comprendemos que  no podemos ignorar las enormes riquezas energéticas que yacen en el continente helado, ni las enormes potencialidades alimenticias que se encuentran en los mares que la circundan o el inmenso reservorio de agua dulce que posee, más aún cuando somos conscientes de como distintas potencias del orbe vuelcan su mirada sobre ellas, desplegando una activa y permanente labor de investigación científica. Como país, no podemos estar ausentes y es nuestro deber potenciar todas las iniciativas de labor científica en nuestra Antártica.

Pero lejos de anclarnos a tiempos pretéritos, esta celebración y este homenaje; tienen también por propósito hinchar nuestras velas con vientos de futuro.

¡Porque Chile es un buque navegando!

En los tiempos antiguos los pueblos, escuchaban de parte de los más viejos, en torno a una fogata, las historias de acontecimientos pasados que los hacían sentir el orgullo y la gratitud de pertenecer a una nación y producían la inspiración que todo pueblo necesita para navegar por los desafíos de la vida.

La prosa de sus poetas, las proezas de sus héroes, la melodía de sus canciones, la rectitud y el coraje de sus líderes, la santidad de sus hombres y mujeres de fe, la probidad de sus instituciones, la virtud de sus servidores públicos y el comportamiento de sus ciudadanos especialmente en las horas de prueba, constituyeron, desde siempre, elementos fundamentales en la inspiración de los pueblos, en la forja de su alma colectiva como nación.

¡Cuánta falta nos hace en nuestros días, darnos el tiempo para sentarnos en torno al fuego, para hablar de lo que nos une, de lo que nos identifica, de lo que nos proyecta hacia el futuro!

Para entender por qué el 21 de Mayo le hace bien a Chile, permítanme invitarlos a tomar ubicación en torno a esta llama eterna de gratitud, que alumbra a este monumento, para que, al igual que alrededor de las fogatas de antaño, esbocemos algunas claves que nos permitan comprender la vigencia y la proyección,  de lo que pasó hace 137 años.

De los múltiples y gloriosos hechos de armas que fueron forjando a la República en sus 200 años de vida independiente, los Combates Navales de Iquique y Punta Gruesa son acciones que concitan un inmenso cariño popular y cumplen el requisito de ser epopeyas dignas de narrarse al calor de una fogata.  

El Comandante Arturo Prat, fiel a sus profundas convicciones morales, a su liderazgo y a su formación como marino, condujo a su nave en el combate con serenidad, energía y decisión. Su inmortal arenga, arrojo y ascendiente fueron tales, que luego de entregar su vida por la Patria, sus hombres no trepidaron en seguir su ejemplo, combatiendo también hasta morir, o bien, hasta hundirse junto a su nave indómita.

Exaltar la figura del Comandante de la Esmeralda nos permite encontrar las razones más profundas del ser nacional, ya que es un vívido exponente de lo que identificamos como el alma de Chile. Hombres como Prat nos invitan a reflexionar sobre lo que es verdaderamente importante  y su ejemplo nos impulsa a hacer las cosas de manera correcta.

Por ello, no resulta de extrañar que todo chileno sepa quién es Arturo Prat, y que su figura sea transversal a todo nuestro pueblo. Prat es un personaje de unidad nacional y es un símbolo que contribuye a nuestra identidad e identificación como chilenos.

Cabe preguntarse por qué. ¿Qué pasó en ese pedazo de Patria a flote que era la corbeta Esmeralda hace 137 años? ¿Qué hizo que la ciudadanía de todo un país se identificara tanto con esos marinos?

La primera clave es el servicio

En Iquique se dio una muestra clara y contundente de cómo se debe entender el servicio a la Patria. Se sirve a Chile con renuncia de sí mismo, con honor, con dedicación, con entrega, dando con alegría lo mejor que cada uno tiene, sin esperar retribución.

Se anteponen los intereses de la Patria y el bien común de los ciudadanos a cualquier aspiración personal, por legítima que sea. Para lograr servir bien a la Patria, se la debe servir siempre, en todo momento y lugar. La vida del servidor público debe ser una sola.

La vida de Arturo Prat es un ejemplo e inspiración de lo que debe ser una vida de servicio. Su apoyo constante a su madre, su devoción de esposo y padre, su austeridad, su conciencia de ciudadano, su consecuencia como cristiano, su comportamiento como abogado y su pundonor como Oficial de Marina.

En cada una de las facetas de su vida Arturo Prat fue uno solo. Recto, honesto, valiente, austero y sencillo. Todas estas son virtudes personales y ciudadanas que nuestro pueblo valora y atesora, porque están inscritas en nuestro ser como chilenos y en la esencia del alma nacional.

La segunda clave: la sencillez

Iquique, mayo 21 de 1879, lo que ocurrió ahí no fue un hecho protagonizado por altos personeros, ni dignatarios. No había, en la rada de Iquique, más elite que la autoridad conferida a dos jóvenes comandantes, uno nacido en Ninhue, el otro en Valparaíso.

Estaban al mando de dotaciones conformadas por jóvenes de casi todos los rincones de nuestro país, representando a los puertos y a las ciudades, al campo, a las caletas y a las islas australes. Todos ellos eran gente sencilla.

Cuando tomaron conciencia del desafío que tenían por delante, los dos Comandantes, dimensionando la gravedad de la situación que se les planteaba, al tener que enfrentar a los dos principales buques adversarios con los dos más débiles buques de la Escuadra, su conducta fue resuelta, pero sencilla, sin aspavientos.

La historia nos permite ser testigos en primer plano, gracias a la narración de Don Juan Agustín Cabrera, único civil a bordo de la Esmeralda, el 21 de mayo de 1879, quien en lo medular señala, que al confirmarse la presencia de los dos principales buques adversarios, Prat dispuso a la Covadonga, acercarse para recibir instrucciones. Encontrándose ésta ya a la distancia necesaria, el Comandante Prat ordenó a Condell, “mantenerse a poco fondo y usar proyectiles de acero”. El Comandante Condell, con la sonrisa en los labios, y con voz fuerte y serena, terminó aquel diálogo con la sencilla pero desde entonces célebre respuesta: ¡All right!

Jamás buscaron el heroísmo, algún protagonismo o lucimiento personal. Con una sonrisa en los labios, con el corazón ardiente, con sencillez, simplemente estuvieron dispuestos a cumplir con su deber.

La tercera clave: el amor

La clave más importante y por lejos la más potente para entender el 21 de Mayo, es la clave del amor.

Ante el aviso de los vigías de: “Humos al norte”, señalando los graves peligros que se avecinaban, existía un abanico muy amplio de respuestas o primeras acciones que se podían tomar.  La respuesta de Prat fue una sola e inequívoca:  ¿Ha almorzado la gente?

¿Cuántos de nosotros, hoy, cuando se nos señalan los “humos al norte” de las vicisitudes del siglo XXI, tenemos como primera prioridad preguntar si las necesidades de nuestra gente están cubiertas y atendidas?

Otra muestra de este sentimiento se manifestó poco después. Cuando Prat se ve enfrentado a inspirar a su tripulación para que fuera más lejos, para que diera, por Chile, todo de sí, podría haber apelado a muchas emociones que mueven a la acción, sin embargo, en su arenga, por todos conocida, no hay una sola palabra que demuestre una apelación al odio o al rencor.

Prat destaca sólo el valor de la causa propia. Prat hace que su dotación vibre de amor por su Patria, por su bandera nunca arriada.

¡Esa es la clave más importante en la lectura de la gesta de Prat! ¡Cómo nos cambiaría la vida y la convivencia, si en todos los ámbitos del quehacer de nuestro querido Chile, nos preocupáramos más del amor a la causa propia, que en denostar la causa ajena. Si recuperáramos el respeto en nuestras relaciones. Si nos preocupáramos de nuestros deberes, tanto como de nuestros derechos!

Señora Presidenta, distinguidas autoridades:

Hoy rendimos homenaje a jóvenes marinos chilenos, que sirvieron desinteresadamente a su Patria regalándole a las futuras generaciones lo más preciado que poseían, sus vidas. Lo hicieron con sencillez, sin afanes de gloria, simplemente cumpliendo con su deber. Pero lo hicieron con un código de conducta que nos vincula, nos obliga y nos compromete. Lo hicieron por amor a Chile, a su Patria, a sus familias lejanas, a sus compatriotas. Sin odiosidad hacia el adversario, sin rencores, solamente impulsados por amor.

Estas son las claves para entender por qué, a nuestro Chile le hace bien el 21 de Mayo.

Este es el rumbo que hay que trazar en nuestra carta de navegación: El amor a la Patria, el buen servicio a Chile, con sencillez, sin importar el sacrificio. Con amor por todo aquello que nos une y nos identifica, que nos hace reconocernos como hermanos, hijos de una misma Patria, reconocernos como chilenos.

Por ese ideal, por ese sueño, Prat y sus muchachos de la Esmeralda entregaron sus vidas.

Por eso, el 21 de Mayo le hace bien a Chile. Nos impone que cuando veamos humos negros en el horizonte nos preguntemos si ha almorzado la gente.  Nos demanda que en los momentos de prueba, estemos dispuestos a asumir, con sencillez, nuestros deberes y responsabilidades con una sonrisa en los labios y con un fuerte y sereno: “¡All right!” Nos enseña que solamente el amor a la causa le hace bien a Chile y que nunca, ni siquiera en las condiciones de necesidad más extremas, el odio puede ser fructífero.

El 21 de Mayo nos señala un rumbo. Hincha nuestras velas de inspiración. Nos hace tener ansias de un futuro mejor y nos da una idea de cómo navegar para alcanzar ese futuro esplendor.

¡Definitivamente, el 21 de Mayo, nos hace bien a todos!

Muchas gracias