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Martes 21 de mayo de 2013

Discurso del Sr. Comandante en Jefe de la Armada con motivo de la Conmemoración de las Glorias Navales

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A comienzos de noviembre de 1878, a solicitud del Intendente de Valparaíso y Comandante General de Marina, don Eulogio Altamirano, el Almirante Williams propone al Capitán Arturo Prat, para llevar a cabo una misión confidencial en Buenos Aires. Señala que ese Oficial le parece el que mejor cumple los requisitos para esa delicada tarea: "por su capacidad, su preparación y sus recursos".


En efecto, desde la firma del Tratado Secreto entre Perú y Bolivia, el 6 de febrero de 1873, no han cesado los intentos por incorporar a él, a Argentina, lo que sumado al avance de sus fuerzas militares hacia la Patagonia, junto con la creciente disputa entre las marinas de ambos países por establecer una avanzada en el Rio Santa Cruz, han escalado una crisis que muchos suponen, que prontamente, dará origen a una guerra; además que, constantemente, llegan a Chile noticias contradictorias que es urgente clarificar.


El 4 de noviembre Prat es citado a la oficina del Intendente, quien le entrega el telegrama mediante el cual el Presidente de la República, Don Aníbal Pinto, le ordena trasladarse a la brevedad a Santiago y presentarse ante él.


Esta honrosa e inusual tarea que le es asignada, revela el nivel de prestigio que Prat gozaba entre sus iguales y entre sus superiores, marinos y civiles. Recordemos que sólo era un Capitán de Fragata.


En su diario se registra la siguiente anotación: "El Presidente me dijo: El objeto de su viaje (a Santiago) es saber si está dispuesto a trasladarse a Montevideo, para saber lo que se haga en la República Argentina, en orden a armamentos, movimientos militares y toda clase de aprestos que revelen un carácter hostil a Chile, pues se están recibiendo continuamente telegramas alarmantes, quizás sin fundamento real, y lo que se desea saber es lo que haya de positivo". Prat acepta la misión y se dedica metódicamente, primero a su preparación y, luego, a su ejecución.


El 28 de Enero de 1879, cumplida ya su misión, Prat inicia su regreso a Chile. Ignorante de la evolución de la situación nacional con Perú y Bolivia y consciente de la ofensiva Argentina, regresa lleno de ilusiones a asumir el mando de un buen buque de combate, para desplegarse hacia el Atlántico a contener el avance de las fuerzas navales argentinas, que se mueven raudas hacia el Río Santa Cruz y más al sur.

 

Grande es su sorpresa al arribar a Lota, al no encontrar fondeada la Escuadra chilena y enterarse que ha sido desplegada hacia el norte. "¡Estamos en guerra!", le informa el Capitán de Puerto, pero para su sorpresa no es con Argentina, sino con Perú y Bolivia, aliados contra Chile. Se presenta en Valparaíso y se entera con profunda tristeza que al estar ausente durante la escalada de la crisis con Bolivia, ha quedado al margen de la asignación de mandos de buques, que no tiene un puesto fijo definido y que tiene que volver como Ayudante del Intendente de Valparaíso y Comandante General de Marina, don Eulogio Altamirano.


El 19 de abril, en Iquique, se recibe de la "Esmeralda", que comandaba el Comandante Manuel Thompson, asignado a una intrépida misión en el Callao, y asume el bloqueo de Iquique junto a la Covadonga. Lo que sigue es la página más gloriosa de nuestra historia naval, que hasta el más pequeño de mis compatriotas que hoy me escucha, podría recitar al detalle y con emocionada prosa.


Este pasaje de la historia personal de nuestro Capitán Prat, ha estado presente en nuestras mentes cuando la Armada ha debido enfrentar bruscos y profundos cambios en sus orientaciones, tareas y urgencias. Cuando la renovación de nuestros buques de guerra, submarinos, aeronaves y unidades anfibias, y su consecuente alistamiento y equipamiento, nos prometían un período de dedicación intensa y fructífera a nuestras labores operativas -las que de verdad llenan nuestras expectativas e interés-, nos vimos enfrentados, sin previo aviso y en el peor período del año, a serias y difíciles exigencias por el violento maremoto y terremoto del 27 de febrero del año 2010, de trágicas consecuencias nacionales y devastadoras consecuencias materiales para la Armada.


Durante varios años, la Armada, al igual que las demás instituciones de la defensa, fue siendo reemplazada por otras organizaciones en lo que habían sido sus tareas tradicionales, de cumplimiento automático, en situaciones de catástrofe. Las nuevas estructuras fueron haciéndose cargo de la dirección, coordinación, control de esas emergencias y nuestras tareas fueron acotadas a las de apoyo logístico.
La magnitud de la catástrofe fue tal, que sobrepasó las previsiones y la Armada debió volver a asumir la mayoría de las funciones que había tenido. El tránsito para regresar a esta condición, no fue fácil ni fluido, ya que en el intertanto, había habido cambios legales y reglamentarios que acotaban nuestra libertad de acción e iniciativa, y ello conspiró para una mayor eficiencia en la prestación de los servicios que la comunidad tan urgentemente necesitaba.


De la misma manera, la ciudadanía resintió la supuesta ausencia inicial de la Armada, atribuyéndola a desinterés nuestro; pero, nada podría ser más lejano de la realidad.


En otro orden y más recientemente, las políticas de gobierno nos han ido levantando una perspectiva operativa diferente a las tradicionales, pero tanto o más interesante: acompañar al conjunto de los actores estatales, privados, académicos y del gobierno, en su inserción en la comunidad del Pacífico. La Armada de Chile, siempre ha estado consciente de su rol internacional de apoyo a la política exterior y de colaboración con el servicio diplomático de nuestro país. Asumimos este nuevo desafío con entusiasmo y con la dedicación con que siempre hemos enfrentado nuestras misiones, y desde ya, nos comprometemos a poner toda nuestra energía e iniciativa en esta empresa histórica que Chile aborda.


La economía de Chile flota en aguas saladas y sus principales rutas se trazan y proyectan sobre la Cuenca del Pacífico, el Océano del Futuro.

 

Que hoy nos acompañen los Comandantes en Jefes de las Marinas Amigas de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y México, es una muestra tangible de nuestro rol y presencia internacional.
La historia de nuestro país y la experiencia de la Armada nos muestran que, al igual que el ejemplo que Prat nos dio, en cada momento se debe hacer lo que sea necesario y que debemos estar listos para enfrentar situaciones inesperadas y cambiantes, y hacer de ellas, una oportunidad para templar nuestros espíritus y servir a nuestros conciudadanos.


Quisiera resaltar la serenidad de Prat para enfrentar la postergación del justo reconocimiento de sus capacidades, precisamente por haber aceptado y llevado a cabo una difícil y sacrificada comisión que él no pidió; su entereza para asumir un cargo en tierra, en Valparaíso, mientras sus iguales, al mando de sus buques iban a la guerra; y el golpe final, la asignación de un buque en muy malas condiciones, casi inmovilizado, para sostener un bloqueo sin gloria y que de tener que enfrentar al enemigo, personificados en el Monitor "Huáscar" y el Blindado "Independencia", muy probablemente le significaría la derrota; el hundimiento de su buque y la muerte de una gran parte de su tripulación, como efectivamente sucedió.


La diferencia, la gran diferencia, es que de esta situación aparentemente sin gloria ni lustre, hizo una batalla memorable y saltó a la fama y a la admiración imperecedera de todo Chile y de otras naciones, que tuvieron noticias de su heroico combate.


Este es el ejemplo que nos ha guiado a la hora de las dificultades y a la hora del trabajo duro e incesante que nos llevó a reconstruir la Base Naval de Talcahuano, a recuperar los buques varados, a reflotar aquellos que se hundieron, a rescatar del fondo del mar los equipos perdidos y a llorar en silencio, a nuestros muertos y a todos los chilenos que perdieron sus vidas, sus bienes y su seguridad.

Como Comandante en Jefe de la Armada, he tomado las decisiones que a mi saber y entender eran las mejores para recuperar al Personal Naval, a nuestro material, apoyar a la ciudadanía, reconstruir la infraestructura dañada y recuperar el aprecio y respeto de quienes nos juzgaron, antes de escucharnos. Toda la responsabilidad es mía y me siento en paz. He dado mi batalla y he luchado sin descanso ni mezquindades por lo que he creído correcto y necesario.


Hicimos nuestro mejor esfuerzo para enfrentar a ese enemigo sin banderas que tan brutalmente nos golpeó, habiéndonos puesto de pie, limpiado el barro de nuestros cuerpos y emprendido el caminar de una pronta y, a la fecha, exitosa recuperación.


En éste, mi último 21 de mayo, quiero agradecer particularmente al Presidente de la República, Don Sebastián Piñera Echenique, la confianza depositada y mantenida en el suscrito a lo largo de estos, a veces, difíciles años.


A los miembros de nuestra Armada, Oficiales, Gente de Mar, Empleados Civiles y a Contrata, a quienes tuve el honor de comandar, y con cuyo apoyo, lealtad, iniciativa y creatividad conté siempre; en particular en su acción profesional en la recuperación de la Armada tras el terremoto del año 2010, reconstrucción que, estoy seguro, ocupará un lugar de honor entre los grandes logros de nuestra querida Marina.
Quiero concluir éste, mi último discurso de celebración del Combate Naval de Iquique, para manifestar mi especial agradecimiento a Dios; como también a todos y cada uno de los chilenos y chilenas, por el cariño, aprecio y resuelto apoyo, con que constantemente honran a ésta, Su Marina, y al Capitán Prat, su paradigma