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Lunes 8 de mayo de 2017

Discurso del Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Enrique Larrañaga

INAUGURACIÓN MES DEL MAR 2017

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“200 AÑOS CON VISIÓN DE FUTURO”

Sean mis primeras palabras para, en nombre de la Armada de Chile, expresar nuestros agradecimientos a Su Excelencia la Presidenta de la República, a las altas autoridades del país e invitados especiales, quienes otorgan un marco solemne a esta tradicional ceremonia, donde la Institución da inicio a las actividades del Mes del Mar que, este año, se insertan en la celebración de su Bicentenario.

De la misma forma, quisiera agradecer a la ciudad de Valparaíso por acogernos en este espacio dedicado a la cultura, oportunidad que nos permite reconocer que durante estos doscientos años,  Valparaíso siempre ha ocupado un lugar significativo en el alma de nuestra Institución. La Armada está en el horizonte de todas las miradas, que se asoman desde las quebradas y cerros de esta querida ciudad, generando una particular integración entre los porteños, la Marina y el mar.

Valparaíso ha sido protagonista y testigo de la trascendental tarea que significó formar la Escuadra Nacional. Desde sus cerros, O’Higgins vio zarpar esas ‘cuatro tablas’ que hicieron posible la libertad de América. En sus muelles, almacenes fiscales e incipiente Marina Mercante Nacional, nuestro país, comenzó a forjar su vocación marítima al alero de una Marina que, poco a poco, fue creciendo y haciéndose más fuerte.

Quienes conformamos esta institución bicentenaria, somos herederos de una tradición de valor, honor, sacrificio, con un profundo amor a la Patria, y un compromiso que, a lo largo de estos 200 años, invariablemente, ha forjado en sus tripulaciones, una sólida vocación de servicio, que ha guiado y continuará guiando su accionar en beneficio del devenir de Chile.

Así queda demostrado al analizar su historia, la que no solo da cuenta de su exitoso actuar en el ámbito de la Defensa, sino también, en el aporte fundamental al proceso de integración y consolidación de nuestro territorio nacional, o en el incuestionable traspaso tecnológico que se ha producido a lo largo de estos años, entre nuestra Institución y la sociedad.

RESEÑA HISTÓRICA

Incuestionablemente, es en el pasado donde se forjó el futuro de la Institución. En efecto, la Armada de Chile, fue creada durante el bienio 1817-1818, sin que existiera un acto fundacional único, porque fue naciendo al fragor de la guerra por la independencia. La presencia realista se mantenía desde Talcahuano al sur y, peor aún, persistía en el Virreinato, incluido el Alto Perú, amenazando con una nueva reconquista.

Bernardo O’Higgins, y otros próceres de ese período, tenían plena conciencia que la libertad de los territorios australes de Sudamérica dependía de obtener un adecuado control del mar, para enviar, por esa vía, un ejército expedicionario con el propósito de derrotar el poder militar en su centro virreinal, ya que los intentos por el norte de Argentina y Alto Perú no habían sido exitosos.

Es verdad que, durante la Patria Vieja, hubo un intento de crear una fuerza naval para afrontar un peligro que, inevitablemente, vendría por mar y proteger, al mismo tiempo, el comercio abierto en el año 1811, a todas las naciones. Dicha iniciativa no prosperó, porque Chile no estaba preparado, al haber recibido sólo un exiguo legado del período colonial en esta dimensión.

Por eso, es notable la rapidez con que fue formada la Escuadra a contar del año 1817, complementada con la creación de la Comandancia de Marina, el Arsenal, la Contaduría, la Academia de Guardiamarinas (hoy Escuela Naval), y la Infantería de Marina.

Dentro de este contexto, la recientemente formada Escuadra, al mando del capitán de navío Manuel Blanco Encalada, obtuvo su primer éxito al capturar la fragata Reina María Isabel y varios transportes que venían de España, con un claro propósito de reconquista.

Más tarde, el nombramiento del marino escocés, Thomas Alexander Cochrane, en el cargo de Comandante en Jefe de la Escuadra, llevó a esta fuerza naval a incrementar su capacidad operativa. Bajo su mando, se liberó Corral y Valdivia, eliminando la presencia realista de la zona, permitiendo a su vez el seguro desplazamiento de los transportes que llevaron al Ejército Libertador a Perú.

Pasados algunos años y tras finalizar fue la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, donde, en lo naval, hubo similitudes con las operaciones de la guerra por la Independencia, la Armada, con una clara visión geopolítica, llevó a cabo acciones que permitieron la consolidación del territorio nacional. Una de las más trascendentes corresponde a la toma de posesión del Estrecho de Magallanes, realizada por la goleta Ancud al mando del capitán de fragata Juan Williams Wilson, en el año 1843; lo que permitió la posterior proyección hacia el extremo austral y la Antártica.

En la segunda mitad del siglo diecinueve, con un Poder Naval disminuido, la Escuadra debió actuar defensivamente en la guerra contra España, lo que facilitó el bombardeo a Valparaíso. Los graves daños provocados a la ciudad y, al comercio marítimo nacional, dejaron en evidencia los elevados costos que puede significar, para nuestro país, descuidar la protección de su enorme superficie marítima y sus costas.

Años después, en el conflicto con Bolivia y Perú, cuya fase bélica se inició el año 1879, ya se había asimilado la experiencia anterior y, la Marina, ahora potenciada por dos buques blindados, terminó por obtener un grado suficiente de control del mar, para permitir la proyección de las fuerzas militares que lograron la victoria final.

Finalizado el conflicto, la Armada, sirviendo una vez más, a los intereses del Estado, impulsó la incorporación de la Isla de Pascua al territorio nacional; idea que siempre mantuvo presente Policarpo Toro Hurtado, permitiendo que esta importante posición insular, proyectara a Chile hacia el océano Pacífico.

Asimismo, pese a que Chile manifestaba preocupación por el territorio Antártico desde comienzos del siglo veinte, no fue sino hasta el rescate de los náufragos de la expedición dirigida por Ernest Shackleton, el 30 de agosto del año 1916, llevada a cabo por el piloto Luis Pardo Villalón, que la Armada navegó por las gélidas aguas del continente blanco.

Después que el Estado de Chile reclamara soberanía sobre parte del territorio Antártico, la Marina inició en el año 1947 sus campañas anuales, inaugurando ese mismo año, la primera base nacional, hoy, denominada Base Naval Antártica ‘Arturo Prat’.

Durante todo el período, que sucintamente he descrito, la Armada no dejó de incorporar conocimiento y tecnología, siendo esta una actividad permanente de su quehacer. Muestra de ello son: los trabajos hidrográficos, el potenciamiento de los astilleros navales, la incorporación de las comunicaciones inalámbricas y la implementación de la señalización marítima, entre otras. Todas ellas contribuyeron, de manera significativa, al desarrollo nacional.

Lo anterior forma parte de una constante histórica, porque la Marina fue innovadora desde sus inicios, ya que los buques siempre han sido de avanzada tecnología. Así llegó a Chile la primera máquina a vapor que propulsaba la nave Estrella Naciente; la que fue probada en este puerto por el almirante Cochrane y otros oficiales en el año 1822. Décadas después, este sistema de propulsión se extendió a otras unidades, dando inicio a la ingeniería naval mecánica. Asimismo, la electricidad, que se empleaba a bordo en sistemas de alumbrado y detección visual, se introdujo como medio para mover grandes cargas con la llegada del acorazado Capitán Prat en el año 1892, dotado de artillería accionada por este medio. Poco después, en la medianía del siglo pasado, la ingeniería naval electrónica se hizo cargo de los radares y otros sistemas de detección arribados a bordo de nuevos buques y al poco tiempo, de uno de los primeros computadores digitales que comenzó a operar en Chile.

Desde la segunda mitad del siglo veinte y como consecuencia del contexto internacional, el país se vio en la necesidad de fomentar la Industria de Defensa, esfuerzo que fue materializado en forma mancomunada entre el Estado, las universidades y las empresas privadas; provocando un avance tecnológico significativo, que permitió renovar y adquirir nuevas capacidades. Asimismo, gracias al conocimiento adquirido y al desarrollo de talento humano, se pudieron elaborar importantes proyectos en las áreas de la construcción naval y sistemas de armas.

En otro ámbito, durante la última década del siglo pasado, el Estado de Chile, incrementó, cuantitativa y cualitativamente, su contribución a la cooperación internacional para el Mantenimiento de la Paz y la seguridad en el mundo. En ese contexto, la Armada se ha incorporado a dicho esfuerzo, siendo un actor relevante en las diversas operaciones donde ha participado. 

Durante esta larga trayectoria, la Armada ha ido reuniendo un notable acervo cultural, tangible e intangible, que nos pertenece a todos. Consciente de esto, nuestra Institución se ha preocupado de conservarlo, exhibirlo y difundirlo, contribuyendo con ello al desarrollo cultural del país.

Una muestra de dicho interés es la existencia de varios museos institucionales, siendo los más conocidos y visitados, el centenario Museo Marítimo Nacional ubicado en esta ciudad y la reliquia histórica Huáscar en Talcahuano.

Estas organizaciones, en conjunto con otras del mismo ámbito, se dedican a cumplir la misión de resaltar la importancia del mar y su cultura, en un esfuerzo tendiente a crear y fomentar una conciencia marítima nacional.

LA ARMADA DEL PRESENTE

El impacto de la aceleración tecnológica, los cambios socioculturales, el creciente desarrollo económico de nuestro país, y la incorporación de nuevos buques, submarinos y aeronaves, han obligado a un esfuerzo adicional en lo estructural, organizacional y normativo.

En la actualidad, la Armada de Chile, cuenta con una dotación de 26.000 servidores, hombres y mujeres, provenientes de distintos lugares del territorio nacional, conformando un grupo heterogéneo que la enriquecen con sus aportes individuales y dan forma a una Armada, representada por todos quienes formamos parte de esta nación.

Los hombres y mujeres que sirven en la Institución, son formados y entrenados, al más alto nivel, para desenvolverse en un ambiente adverso como es el mar y, al igual que ayer, están guiados por los valores y principios que nos legaron nuestros antepasados. Como resultado de este proceso se ha logrado disponer de personal competente, comprometido y cohesionado, capaz de operar en diferentes escenarios, garantizando el cumplimiento de nuestro principal rol: preservar la soberanía nacional, asegurar la integridad territorial y mantener la seguridad de la nación.

En concordancia con dicha función, la Armada se proyecta como una Marina oceánica que debe operar, sostenidamente, donde se encuentren los intereses nacionales. Para eso cuenta con un Poder Naval balanceado y capacidades estratégicas polivalentes, cuyos medios efectúan las diversas tareas que exige el cumplimiento de dicho rol fundamental.

Entre ellas, una que goza de la más alta prioridad institucional, en el entendido que los intereses del país están presentes en todos los mares del mundo, es la preparación necesaria para interoperar con las principales Armadas del orbe.

Con ese objetivo, la Institución participa en forma permanente y activa en numerosos ejercicios y programas de especialización junto a distintas Marinas, permitiéndole, de ese modo, alcanzar altos niveles de entrenamiento, con una efectiva interoperatividad, coordinación, doctrinas y procedimientos comunes, que permite estar preparados para desplegarse como parte de una fuerza multinacional.

Un buen ejemplo de lo anterior es RIMPAC, el ejercicio Naval más importante del mundo, que se efectúa cada dos años en Hawái e involucra a la mayor parte de las Armadas de la Cuenca del Pacífico. En el año 2016, participaron 27 naciones con 46 unidades de superficie, 5 submarinos, sobre 200 aeronaves y más de 25.000 efectivos. En este ejercicio, la Armada ha incrementado progresivamente su participación, adquiriendo mayores niveles de responsabilidad. Consecuente con ello, el año 2018, será el primer país, no angloparlante, en tomar el mando de la componente marítima; implicando un nuevo desafío para nuestra Institución y, a la vez, un significativo reconocimiento al profesionalismo de ella.

Otra muestra del alto nivel profesional alcanzado, es el programa REGULUS, desarrollado en conjunto con la Armada de Canadá, que ha permitido a nuestra Institución operar en conjunto en el Pacífico norte y contribuir al entrenamiento de las dotaciones de ese país, en maniobras de reaprovisionamiento en la mar, con la finalidad de apoyar a sus unidades de combate.

En concordancia con lo anterior, desplegamos grandes esfuerzos para continuar participando en otros ejercicios navales internacionales, igualmente relevantes, tales como: UNITAS, DESI, PANAMAX, VIEKAREN, BOGATUN y MARARÁ, entre otros.

Otra área de misión de nuestra institución es contribuir a la política exterior del país y respaldar los intereses nacionales. En ese ámbito, Chile privilegia la cooperación e integración vecinal, regional y mundial.

Las capacidades y competencias operacionales con que cuenta la Armada de Chile, le confieren la posibilidad de colaborar en diversos ámbitos internacionales de seguridad cooperativa y Operaciones de Paz, acrecentando, paulatinamente, su participación con importantes fuerzas navales, aportando con aptitudes profesionales específicas.

A modo de ejemplo, las Armadas de Argentina y Chile desarrollan, desde hace varios años, la Patrulla Antártica Naval Combinada, que tiene el propósito de salvaguardar la vida en el mar, proteger el medio ambiente marino y apoyarse mutuamente para enfrentar emergencias en las aguas antárticas. También, el ejercicio VIEKAREN, que busca incrementar el grado de respuesta e interoperatividad de buques y aeronaves, ante eventuales emergencias marítimas en la zona del Canal Beagle.

Del mismo modo, una alianza con Francia, hace posible la participación naval en el ejercicio MARARÁ  para actuar, con las fuerzas de ese país, en la Polinesia, apoyando a la población residente en áreas aisladas ante una catástrofe natural.

Pero también la Armada, en su rol de apoyo al desarrollo socioeconómico del país, realiza acciones que contribuyen a la mitigación, ante situaciones de catástrofe.

Debido a su alto nivel de alistamiento, la Marina se encuentra en condiciones de concurrir, de manera rápida y oportuna, en ayuda de la población ante este tipo de situaciones que, con tanta frecuencia, azotan a nuestro territorio y su población. Ejemplos en este sentido hay varios, y lamentablemente, algunos de ellos de ocurrencia reciente.

En otro ámbito, nuestra institución es la expresión del Estado de Chile en el mar, otorgando seguridad y resguardando los intereses marítimos del país, muestra fehaciente de su contribución al desarrollo nacional, en el marco de los desafíos de un mundo globalizado.

En ese contexto, la Armada de Chile, fiel a su convicción que  el océano no es solo una vía de comunicación marítima sino un verdadero espacio de conocimiento y de desarrollo del Estado; hace más de 20 años, acuñó el concepto de Mar Presencial. Se define como tal, aquella parte de la Alta Mar, próxima a la Zona Económica Exclusiva, donde Chile debe estar presente y permanecer, con el propósito de emprender y desarrollar las acciones que permitan la explotación sostenible del océano, conforme a la legislación marítima internacional.

De ahí que esa zona sea un lugar de especial significación e interés para el país. Lo que allí sucede no puede dejarnos indiferentes y, por el contrario, debe comprometernos.

Una de esas preocupaciones es la sostenibilidad de los recursos pesqueros, transzonales y altamente migratorios que son amenazados por la pesca ilegal realizada por flotas pesqueras de aguas distantes.

En la actualidad, esta inquietud es cada vez más compartida a nivel regional y global. Ejemplo de lo anterior, es la Convención para la Conservación y Ordenamiento de los Recursos Pesqueros de la Alta Mar del Pacífico Sur. El objetivo de la Convención es asegurar la conservación y el uso sostenible de los recursos pesqueros en el océano Pacífico Sur, y salvaguardar de esta forma, los ecosistemas marinos.

La entrada en vigor de la Organización Regional de Pesca del Pacífico Sur durante el año 2012, el establecimiento en Chile de una ‘Política de Combate a la pesca ilegal, No regulada y No reglamentada’, la adhesión de nuestro país al Acuerdo de Nueva York y ser parte de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, son los pilares que respaldan las actividades de fiscalización pesquera, que ejecuta la Armada, con otros organismos del Estado, en la Alta Mar adyacente a la Zona Económica Exclusiva Nacional.

Para materializar el compromiso adquirido por nuestro país en esta materia, la Armada realiza periódicas Operaciones de Vigilancia Oceánica y Operaciones de Fiscalización Pesquera, las que son cumplidas principalmente por Patrulleros de Vigilancia Oceánica y aviones de exploración aeromarítima, los cuales además de sus roles de Búsqueda y Salvamento en aguas jurisdiccionales y en Alta Mar, añaden a su esfuerzo cotidiano, actividades de vigilancia de nuestro territorio marítimo y la preservación de sus recursos naturales. Ello se efectúa en forma coordinada y eficaz en todas nuestras Zonas Navales, bajo el control del Comando de Operaciones Navales y las Direcciones Técnicas Marítimas las 24 horas del día, los 365 días del año, en un trabajo coordinado con otros servicios del Estado.

En el ámbito de la protección de los océanos, consecuente con la premisa de mares más limpios, más seguros y más conocidos, la contribución a la investigación científica marina ha sido una permanente preocupación institucional. Un importante hito en este aspecto, lo constituye la entrega al país del moderno buque oceanográfico Cabo de Hornos, el año 2013; reemplazando al antiguo Vidal Gormaz. Es una Unidad multipropósito de vanguardia, construida por los Astilleros y Maestranzas de la Armada (ASMAR) para servir a la investigación oceanográfica, pesquera y geológica con la capacidad para desarrollar tareas multidisciplinarias orientadas a la investigación de nuevos recursos marinos y el control de los existentes, incluyendo oceanografía física, evaluación hidro-acústica, pesca de muestreo, estudios meteorológicos y mapeo submarino.

LA MARINA DEL FUTURO

Pero la Armada de Chile no es solo pasado y presente. Como Institución permanente del Estado, nos proyectamos también al futuro a partir de los grandes desafíos que como país tendremos que enfrentar.

La sociedad contemporánea experimenta un período de profundas transformaciones culturales, sociales, políticas y económicas, impulsadas en gran medida por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. La globalización nos ha conducido a este fenómeno que ha hecho del mundo, un solo y, cada vez, más pequeño lugar de la vastedad del universo.

Los sistemas, instituciones, organizaciones y entidades se ven presionadas a alcanzar respuestas que se correspondan con esas exigencias adaptativas. Así, crisis, riesgo e incertidumbre inundan el contexto donde aparece la necesidad de situar los escenarios futuros, marcados por múltiples expresiones de inestabilidad mundial.

Chile no es ajeno a eso. El proyecto de desarrollo del país está íntimamente ligado con la capacidad de apertura e inserción mundial. Hace décadas que participamos activamente de ese contexto global y nuestro bienestar y seguridad dependen, en gran medida, de ello. Esta inserción mundial alcanzada, ha supuesto internalizar, además, nuevas valoraciones sociales junto con aspiraciones y anhelos de una vida mejor.

Probidad, inclusión social, no discriminación, accountability, transparencia y sostenibilidad, son algunas de esas nuevas valoraciones, generadoras de presiones adaptativas que exigen respuestas. Hoy, eso nos acontece a todos, tanto al Estado como a organizaciones de todo tipo, convirtiéndose en parte importante de los desafíos.

Este es el contexto que nos ayuda a comprender el sentido que adquiere el esfuerzo por proyectarnos hacia el futuro. El mundo, y nosotros en él, formamos parte de un proceso global de transformaciones, enteramente asimétricas, en su desarrollo e impredecibles en su consolidación.

Chile deberá abordar múltiples escenarios, en diversos momentos y en particulares circunstancias. Esto, como se ha dicho, genera un gran desafío, pero no solo en orden de aumentar las capacidades estructurales de nuestro sistema productivo y de exportación; sino también, de ofrecer las condiciones de seguridad en todos los ámbitos, para que aquello acontezca.

Un porcentaje importante de nuestras exportaciones son transportadas por vía marítima, lo que le otorga a la seguridad de los océanos un creciente protagonismo.

Por eso, nuestros esfuerzos se han volcado a tener un papel cada vez más preponderante, en el desarrollo de ejercicios multinacionales, destinados a prevenir situaciones que pongan en riesgo la seguridad del transporte y comercio internacional, particularmente, en la protección de infraestructura crítica, que lo hacen viable. Ello ha sido factible a partir de nuestras capacidades operativas, alcanzadas tras significativos y constantes esfuerzos profesionales, que nos han permitido tener hoy día, un protagonismo en el concierto de las armadas más modernas del mundo.

Si proyectamos solo esta dimensión, en un contexto global de mayores riesgos, los desafíos como Armada, se verán incrementados y exigirán mejores capacidades de respuesta; si la seguridad internacional compromete, de alguna forma, nuestros intereses vitales o nuestras responsabilidades como integrantes de un ordenamiento  global, entendiendo que formamos parte de un mundo interrelacionado, donde lo que acontece al otro lado del hemisferio, de algún modo, nos impacta a nosotros.

Esto implica anticipar esos escenarios y desarrollar las capacidades para estar preparados en el momento en que el Estado requiera de esa participación.

No es diferente lo que nos acontece en relación a los efectos del calentamiento global y el cambio climático, muy particularmente, a las exigencias globales que de allí emanan en torno de la preservación de los océanos, donde, tenemos naturalmente una responsabilidad mayor y de primer orden.

Todo indica que los mares serán materia de particular preocupación mundial, mucho más, incluso, de lo que hasta ahora observamos.

Las consecuencias de la contaminación de los océanos o la depredación de sus recursos, o las actividades ilegales, no son asuntos triviales a la hora de observar con cierta inquietud el papel que los océanos juegan en la preservación de la vida y la especie humana.

Chile debe aceptar en esto un papel protagónico y, en particular la Armada, no solo ligada al ámbito de Seguridad y Defensa, sino además, a tareas de protección y preservación de recursos, que de manera creciente, nos exigirá de mayores y mejores capacidades profesionales y tecnológicas.

La variable ambiental se situará también en las prioridades mundiales de seguridad de los Estados y de la vida humana y, será para nosotros un imperativo, dadas nuestras particulares condiciones geográficas. El estudio de estos fenómenos y la capacidad de anticipación a sus efectos negativos, será una condición de preocupación creciente en nuestra sociedad y requerirá de múltiples instituciones funcionando de manera interrelacionada.   

Parte importante de estos desafíos se jugarán en los mares australes y en la Antártica, en tanto espacios que despiertan mayor interés estratégico como fuentes de todo tipo de riquezas, y que supone una lenta pero creciente expresión de disputa, con participación cada vez más activa de naciones desarrolladas.

Parece nuevamente necesario anticiparse a ese escenario no solo estudiando los aspectos y factores implicados, sino también, desarrollando mayores potencialidades para asegurar nuestros intereses nacionales en esa gran reserva mundial.

Eso bien lo han comprendido nuestras autoridades, al decidir la construcción en Chile, de un nuevo rompehielos que reemplace al actual. Todas nuestras proyecciones nos hacen prever una creciente actividad ligada a la Antártica y a los mares australes, para lo cual, deberemos estar preparados para brindar mejores respuestas como país.

En este contexto, cabe agradecer a Su Excelencia la Presidenta de la República, la reciente firma del decreto que autoriza el reemplazo del rompehielos Almirante Viel, que cumplió su vida útil después de 48 años, por una nueva unidad que será construida por ASMAR Talcahuano, contribuyendo, de manera importante, al desarrollo regional y nacional.

Situación análoga se proyecta, también, a nuestras posesiones insulares, donde la Isla de Pascua tendrá un mayor carácter estratégico en el posicionamiento que puede ofrecer, como lugar desde donde se realice el control de dicho espacio oceánico, y de las áreas marinas protegidas. Debemos pensar entonces -desde ya- en cómo cumplir este desafío.

Por otra parte, variables ligadas a fenómenos como el terrorismo, el crimen organizado, la piratería, el tráfico de armas, de personas y especies ilegales, son una preocupación global, cada vez mayor. Muchas de estas nuevas amenazas a la seguridad y estabilidad se materializan en los espacios marítimos y requieren de respuestas adecuadas.

Del mismo modo, energía, agua y alimentación, tienen también, un lugar especial en las proyecciones de escenarios futuros.

Esto, para la Armada representa un nuevo desafío que requiere de mayores y particulares capacidades tecnológicas, dada la vasta dimensión que supone el control de una infinidad de ríos y lagos existentes en el país, especialmente, si estos recursos naturales se convierten en factor crítico de sobrevivencia.     

Todas estas nuevas exigencias, requerirán de un ajuste en los procesos de formación profesional, los cuales, desde el punto de vista de la metodología y sus contenidos, conducen a nuevos e innovadores programas. Para lograr lo anterior, sin duda, será necesario intensificar la asociación con universidades y centros de investigación que permitan generar conocimiento.

De ahí entonces, que nuestra preocupación futura esté centrada en un desarrollo equilibrado del conocimiento y de la fuerza. Solo se puede alcanzar efectividad en el logro de la misión, si se cuenta con las dotaciones apropiadas y con la calificación requerida.  Los medios a flote del futuro requerirán de marinos que, junto con mantener el actual interés y compromiso para con la Patria, se distingan por su alta calificación humana, profesional y técnica. Por otra parte, las fuerzas navales del mañana, se caracterizarán por poseer capacidades polivalentes, que les permitan ejecutar las operaciones y funciones asociadas al rol militar, contribuir a la política exterior del país, al desarrollo socioeconómico y a la mitigación de desastres naturales. La correcta combinación de estas, definirán las capacidades estratégicas de la Armada del siglo veintiuno. Es precisamente con esa orientación, que ya nos encontramos navegando, iniciando los estudios para la futura renovación de nuestras unidades de combate.

Como se puede observar, todos estos escenarios y desafíos para la Institución, recaen finalmente en la calidad moral y profesional de nuestros hombres y mujeres que son, a fin de cuentas, el capital más importante.

La Armada, no es solo una organización que se proyecta como eficaz, eficiente y moderna, que aspira constantemente a estar a la altura de las mejores del mundo; sino también, una Institución que encarna valores, tradiciones y cultura, las que se traspasan de generación en generación, como un legado para que sea custodiado y enriquecido por las próximas dotaciones.

Este es el legado que nos dejaron hombres como Blanco, Cochrane, Lynch, Prat, Condell y Aldea, entre otros, que a doscientos años, hoy, les entregamos a nuestras futuras generaciones.

En momentos en que este Almirante, efectúa sus últimas singladuras al mando de este gran buque, cuya estela acompaña a la Patria desde sus albores, quiero agradecer a Su Excelencia la Presidenta de la República, en nombre de la Armada de Chile, por su permanente apoyo y claridad en su visión de los grandes temas navales y marítimos, propios de una mirada de futuro, que ha quedado de manifiesto en iniciativas concretas y en un real aporte a los intereses marítimos nacionales.

Con estas palabras, en la ciudad de Valparaíso, que nos vio nacer, tan especial y querida por los marinos de Chile, y en compañía de esta selecta concurrencia, conscientes de nuestro rico pasado histórico y convencidos que debemos fijar nuestra mirada y nuestros esfuerzos en el futuro, damos por inauguradas las actividades del Mes del Mar del año 2017.